lunes, 31 de diciembre de 2018

Conócete a ti mismo (I). El inagotable juego de la identidad.

Estos días festivos abundan las listas de lo mejor del año, las recapitulaciones personales y las noticias curiosas en redes y televisión. Entre estas noticias destaca últimamente la de "la palabra del año".

Según el diccionario Oxford, la palabra más representativa del pasado 2017 fue fake-news (bulos), tomando el relevo de la ganadora de 2016: postruth (postverdad). Este 2018 parece que la agraciada por los académicos ha sido el término toxic, que en España llevamos tiempo usando para adjetivar a compañeros, jefes o relaciones amorosas bajo el paraguas de lo tóxico.

Sin duda cada una de estas palabras ha tenido su impacto pero, si de nosotros dependiera, la más relevante de este año, la de mayor calado, no hubiera sido otra que identidad.

Esto tiene que ver con la creciente presencia en la opinión pública de las denominadas "políticas identitarias", así como su contrapartida reaccionaria. Pensamos que la identidad está dando, y dará, mucho que hablar. Pero es que además nos parece un concepto fundamental para comprender a las personas y para poder ofrecer una mirada más amplia en consulta.


¿Qué es la identidad?

A lo largo de algunas entradas vamos a ir de lo particular a lo general. Empezaremos a plantearnos la identidad desde el nivel del individuo para pasar más tarde a lo colectivo. Ya veremos que esto implica, en realidad, desandar el camino de la identidad marcha atrás.

Un ejercicio que a veces proponemos en la consulta es el siguiente: "descríbase a usted mismo".

La persona comienza a usar palabras que, de alguna manera, piensa que la definen. Sería algo así como pedirle que nos muestre la fachada de su casa. La fachada es la parte más visible de la construcción, la que el arquitecto se esmera más en decorar y en la que se invierten los materiales de mejor calidad, lo que estamos dispuestos a mostrar. Abusando del símil, sería algo así:


Si seguimos tirando del símil podemos decir que las palabras que empleamos para describirnos son esos ladrillos vistos que le dan vida a la fachada. Si los examinamos con calma veremos que muchos de ellos son de fabricación propia. Son palabras que sentimos relacionadas con nosotros mismos. Pero también habrá ladrillos de importación, palabras que nos definen pero que han sido aportadas por otros: "mis padres dicen que soy...", "en el trabajo me tienen por...".


Analizando la composición de los ladrillos de esa fachada podríamos ver algo así:

A veces parte del ejercicio consiste en desgranar el origen de los ladrillos: ¿eso que me dice de sí mismo lo piensa usted o es algo que le dicen a menudo?, ¿le han convencido?, ¿fabricó usted esos ladrillos o son de importación?

Ya vamos viendo dos cosas acerca de la identidad:
  • No es algo que tenemos, sino que es algo que hacemos con palabras. La identidad es el discurso acerca de uno mismo. 
  • En la construcción de ese discurso están entremezclados el individuo y los otros. El discurso identitario depende de la relación con los otros. 
El discurso acerca de uno mismo (identidad) suele ser bastante informativo. Puede dar cuenta de dificultades a la hora de relacionarse con uno mismo y con los demás. Estas dificultades estarían en la base de lo que entendemos como trastornos de la personalidad, pero también de diversos sufrimientos que todos compartimos en un momento dado.

Podemos apreciar fachadas de diferente tipo, por ejemplo:

Un discurso invadido o colonizado por las descripciones ajenas es lo que podríamos llamar un "yo alienado". Apenas hay indicios de discurso genuino en la persona, sea consciente de ello o no. En el extremo opuesto tendríamos a las personas autárquicas que se oponen sistemáticamente a cualquier calificativo que no proceda de ellas mismas. Nos señalarían estilos de relación rígidos. Como suele ocurrir, la virtud está en el medio, y lo habitual es disponer de una cierta capacidad para aceptar ladrillos de importación, esas observaciones que los demás nos hacen de buena fe, al tiempo que capacidad para tener una palabra autorizada sobre aspectos de uno mismo.

Sobre la identidad ya habíamos hecho mención en una entrada anterior, al abordar el tema de la personalidad. Desde nuestro punto de vista, a fin de comprender a las personas que atendemos en consulta, deberíamos ser capaces de integrar tres aspectos diferentes aunque relacionados de su forma de ser: temperamento, carácter y, por último, el escalón ausente en el modelo de Clonninger: el de la identidad.

Adaptado de Cloninger CR, 1993.

Cuando uno realiza la lectura de sí mismo, desde lo alto de esta pirámide de tres plantas, podrá hablar con cierta seguridad de quién es y de quién quiere ser, pero puede que los escalones inferiores nos vayan costando un poco más. No en vano los hábitos son automáticos, y al no prestarles atención, con frecuencia los olvidamos. Algo similar pasa con el temperamento, que nos acompaña desde nuestro nacimiento. Puede que nos resulte inconcebible que haya otras temperamentos, por lo que en ocasiones son los demás los que nos lo tienen que señalar, como pasa mucho con eso que quizás en el futuro veamos como un temperamento y hoy llamamos TDA.

Aunque las personas solemos creer que nos conocemos bien, el caso es que esto es dudoso en el mejor de los casos. Como somos muy de usar metáforas, cuando se nos consulta sobre esto solemos explicar que conocerse a uno mismo es como intentar rascarse la espalda. Existen zonas de nuestra anatomía que tenemos más o menos a mano y conocemos bien. Nos las podemos apañar. Pero hay otras zonas que quedan fuera de nuestro alcance y requieren de la mirada ajena para que nos revisen éste o aquel lunar. Necesitamos por tanto a los demás, aunque a veces prefiramos ocultarnos para que no nos den una mala noticia.

Esto nos lleva al asunto de lo que conocemos o desconocemos de nosotros mismos, y lo que conocen o desconocen de nosotros los demás. Para terminar de apuntalar las bases conceptuales de la identidad rescataremos el conocido modelo de la ventana de Johari, que propone diferenciar 4 ámbitos personales en función de el grado de conocimiento de la información sobre uno mismo.

Adaptado de Luft, J.y Ingham, H. (1955)
Existe mucho debate últimamente acerca de cuál es la mejor manera de evaluar la personalidad, teniendo en cuenta que si uno rellena un cuestionario tal vez tenga una imagen sesgada de uno mismo o desconozca (u oculte) aspectos importantes de su forma de ser.

En muchas ocasiones la terapia individual se basa en lograr que lo desconocido pase a ser tenido en cuenta por el individuo. A veces el foco del tratamiento consiste en ayudar a otras personas a que puedan ir abandonando el parapeto identitario (dobles vidas) que se han construido, y que la información pueda fluir de la conocido para uno a lo conocido por uno y por el resto.

En este sentido la terapia de grupo resulta de particular utilidad. Disponer de un espacio de apoyo donde el objetivo consiste en analizar cómo nos relacionamos en el momento presente permite disponer no ya de uno, sino de varios espejos en los que verse, a través de los ojos de los demás. El conocimiento puede fluir en un entorno de seguridad. Y cuando el conocimiento fluye aprendemos, nos adaptamos mejor a la realidad.

Conócete a ti mismo, por tanto, esa frase que grabaron los griegos en mármol, vemos que no es un consejo pregrino, sino una tarea para toda la vida. Quizás la más importante de todas.

Para no alargarnos demasiado finalizaremos aquí esta entrada. Nos quedan muchas cosas en el tintero, con lo que nos comprometemos a seguir publicando sobre el papel de los grupos en la identidad, así como el marco más amplio, que llamamos cultural.

Por el momento os deseamos un Feliz año 2019, con nuestro deseo de podáis seguir creciendo, adaptándoos y descubriendo aspectos nuevos de vosotros que enriquezcan vuestra identidad.




Referencias:
  1. Cloninger, CR; Svrakic, DM; Przybeck TR: A Psychobiological Model of Temperament and Character. Arch Gen Psychiatry. 1993;50:975-990 
  2. Hogan R, Foster J. Rethinking Personality. Int J of Personality Psych. 2016;2:37-43
  3. McAbee S. T., Connelly B. S., A multi-rater framework for studying personality: The trait-reputation-identity model. Psychol. Rev. 123, 569–591 (2016).

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