Editorial Ardicia. Portada de Frida Stenmark. |
Esta semana, para despedir el mes, nos gustaría salirnos un poco del
marco terapéutico en el que los profesionales tendemos a
encasillarnos, acomodados en la inagotable teoría, aturdidos por los
lances de la consulta diaria. Haremos para ello una pequeña
incursión literaria de la mano de varios compañeros de excepción.
Nunca es mal momento para mirar más allá del propio ombligo, pero
es probable que en este marzo del catorce hasta el más desinformado
se haya visto más o menos obligado a contemplar el regreso a los
escenarios de ese personaje eterno de la Historia que viene siendo
Rusia, nuestro nebuloso antihéroe de referencia.
Vía: http://www.mrgrayhistory.com/ |
Desde luego, algo tiene ese gélido, inmenso, espinazo del planeta
que parece obligarnos a la introspección, casi nunca amable. Primero
a través de los gigantes de la novela psicológica, más tarde
exportando la utopía socialista. Ahora, el viento del norte nos trae
los improbables amagos de una regeneración nacional con regustos
imperiales. Parece el destino de los rusos señalar las
contradicciones más profundas de nuestra condición de ciudadanos
pretendidamente libres, supuestamente racionales, autodenominados
Occidentales.
Coincidiendo con este despertar invernal, la joven Editorial Ardicia publica una de aquellas afiladas miradas rusas, titulada
Doctor Krupov. La breve novela adopta nombre de psiquiatra, pero su
contenido ilumina intuiciones perennes, cuyas implicaciones desbordan
a la psiquiatría, aunque basen su discurso en ellas.
Para analizarlas contamos con la colaboración de Alberto Fernández
Liria, uno de las mentes más activas y lúcidas a la hora de
enmarcar, comprender y practicar la profesión de psiquiatra dentro
de su contexto social.
El doctor Fernández Liria, además de ser
director del Área de Gestión Clínica de psiquiatría y salud
mental del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, codirige el máster universitario de Psicoterapia Integradora de la Universidad
de Alcalá de Henares. No es exagerado decir que a él debemos la
esencia de nuestra formación como psicoterapeutas, y por ello es un
doble placer que nos permita compartir sus reflexiones desde este
espacio.
Por este motivo, desde aquí le damos la palabra y enviamos
un sincero agradecimiento.
Alexandr Herzen. Doctor Krupov. Madrid:
Ardicia, 2014.
Retrato de Alexandr Herzen. Nicolai Ge. (Fragmento) |
Herzen fue probablemente el mejor representante del exilio romántico
ruso. Propugnó una suerte de revolución populista que le pareció
que podía ser protagonizada por las masas campesinas. En sus
recorridos europeos fue compañero de otros escritores exiliados
rusos como Turgeniev u Ogarev y de revolucionarios como Bakunin o
Marx con quienes departió, debatió y compartió, y a los que
acogió, financió y publicó cuando fue necesario. Con ellos vivió
la primavera de las revoluciones que conmovieron Europa en 1848. De
su vida, desmesurada, tormentosa y a su modo ejemplar, han dado fe el
prolífico Carr y recientemente en nuestro país, en un entretenido
volumen con resonancias de Stefan Zweig, Enrique López Viejo, que
también prologa la obra que comentamos. La muerte le alcanzó sin
darle tiempo, por unos meses a ser testigo del nuevo estallido
revolucionario que dio lugar a la Comuna de Paris. Entre sus
admiradores declarados figura León Tolstoi.
Doctor Krupov es un escrito de poco más de cuarenta paginas en el
que – en una maniobra que siglo y medio después hubiéramos podido
tildar de borgiana - Herzen se transmuta en el Doctor Krupov para
compartir con los lectores algunas de las ideas contenidas en su
supuesta gran obra Psiquiatría comparada.
Ejecución de los Streltsy. Vasily Ivanovich Surikov. |
Lo que probablemente pretendía Herzen con este artificio literario
era hablar de la sociedad desde la perspectiva que puede dar el
contacto con las personas a las que llamamos locas – algo, por
cierto, que los psiquiatras parecemos empeñados en dejar de hacer
desde que la Década del Cerebro nos envenenó la mente.
Quizás sin quererlo hizo algo más. Por lo pronto, nos dejó un
especie de retrato robot de la Psiquiatría y de los prejuicios sobre
la locura y quienes la encarnan del momento. Pero además, y aquí no
cabe imaginar que actuara sin intención, esbozó u especie de
programa para una antipsiquiatría o psiquiatría crítica
que no vio la luz porque, al fin y al cabo, el Doctor Krupov era un
personaje de ficción y el verdadero autor, a los 35 años, estaba
preparándose para salir al exilio mientras el texto pasaba de la
censura zarista a las galeradas.
El
Doctor Krupov nos ofrece su sugerente listado de “indicios
principales de la alteración de las facultades mentales” consistentes en:
- “La conciencia incorrecta e involuntaria de los elementos circundantes
- La obstinación patológica, empeñada en conservar esta conciencia incluso con daño evidente para el enfermo; y de aquí
- El esfuerzo torpe y constante por conseguir objetivos poco importantes, y el descuido de los verdaderos objetivos”
Vía: http://www.soviethistory.org/index.php |
Pero no se resiste a explorar lo que ocurriría si aplicara estos
principios al estudio del comportamiento de determinadas figuras
sociales. Así, estudia pormenorizadamente las similitudes y
diferencias entre dos instituciones como son el manicomio y el
tribunal médico municipal (que resultan diferenciarse, sobre todo,
por la forma en que se ingresa en una y otra institución porque
ambas acaban ejerciendo su efecto sobre sus integrantes de un modo
semejante) y se ocupa a continuación de “otros habitantes de la
ciudad”. Muchas de las ideas que los críticos de la psiquiatría
de los años 60 y 70 del pasado siglo y de los actuales sustentadores
de la llamada “Psiquiatría Crítica” están allí esbozadas.
El Doctor Krupov no se priva de utilizar sus observaciones para
fundamentar una propuesta terapéutica. Por eso nos recuerda que:
“Tenemos ya valiosas observaciones a propósito de la
posibilidad de mejorar químicamente y modificar la parte espiritual
(…). Así por ejemplo, la aplicación conveniente del tratamiento
con champán predispone al individuo a la amistad, al valor, al
sentimiento de alegría a a los abrazos desbocados.
El borgoña,
aunque actúa exactamente de la misma manera (…) produce un efecto
absolutamente distinto: el individuo se vuelve lúgubre, insociable,
más dado a los celos que al amor, más al arrepentimiento que al
deleite, más al llanto por los pecados de este mundo que a la
indulgencia.”
Alberto Fernández Liria
Psiquiatra
Hola,
ResponderEliminarinteresante el post y la narración que propones, que como es cortita colaré en mi cola FIFO de libros pendientes, jeje.
Muchas gracias por el aporto a todos
Abrazos
Jose
Hola,
ResponderEliminarmuchas gracias a ti por tu comentarios. Esperamos cumplir las expectativas :)
¡Un abrazo!