En estos días navideños en los que nos
encontramos, uno ha de enfrentarse a muchas contradicciones con
uno mismo: ir a cenas de compromiso, comprar regalos para
personas casi desconocidas, acabar en algún acto religioso y
visitando belenes cuando uno es profundamente ateo... Por no hablar
de lo contradictorio de los resultados: disfrutar enormemente en la a
priori aburrida cena, o una sensación de indiferencia tras
haber pasado horas planificando, comprando y preparando la que
resulta en la velada perfecta. Y lo peor: no ser ni de lejos el
primer año que nos vemos en estos avatares, pero vivirlo como
si fuéramos principiantes.
En
consulta, y en las urgencias hospitalarias vemos además casos
más dramáticos relacionados con estas fechas,
situaciones imposibles en las que los pacientes saben que no
tolerarán esa celebración navideña sin un
familiar querido, o con alguien con historia de problemas serios
entre ellos. La lógica parece indicar que lo mejor es quedarse
en casa... pero uno es consciente de que eso no le hará
respirar tranquilo y puede que sufra más imaginando a los
reunidos sin ellos. ¿No hay solución? ¿Puede
la lógica racional guiar nuestra conducta y gobernar nuestras
emociones?
Cada vez más los que nos dedicamos a la mente tenemos más
claro que no, y es motivo de horas de trabajo con nuestros pacientes.
Cuanto
antes lo aceptemos, mejor: somos irracionales.
Las contradicciones al fin y al cabo son el choque entre lo que por
lógica haríamos, y el dictado de nuestras motivaciones
y emociones, que es lo que llamamos irracionalidad. Precisamente el
año pasado uno de los regalos navideños que recibí
fue el libro del psicólogo y catedrático de Economía
de Conducta Dan Ariely, titulado “Las trampas del deseo”.
Me encantó y atrapó desde el primer momento porque
demostraba empíricamente resultados de nuestra conducta en
situaciones más o menos cotidanas y cuyo final sospechábamos
de sobra si nos pararamos a pensarlo. En el campo de la Economía,
desde hace unos años nuevas
tendencias están intentando dar respuestas a la irracional
conducta manifiesta que sin embargo se contrapone con los pilares
básicos de la teoría económica estándar,
como son la racionalidad en la toma de decisiones y el factor
corrector de los mercados. Así surge la economía
conductual, y entre otros resultados, esta fascinante obra
divulgativa de Ariely, de la que se extrae la conclusión de
que somos
irracionales y además previsiblemente irracionales
prácticamente en todas las facetas de nuestra vida.
Pero como también se demuestra, puede que estos
comportamientos ni sean aleatorios, ni carezcan de sentido.
Se dice que el ser humano es un animal que tropieza dos
veces con la misma piedra. A veces incluso pareciera que las personas
cometen errores repetidamente sin ser capaces de aprender demasiado
de su propia experiencia. Y por otra parte, existe una tendencia
social a considerar al hombre como un ser admirable, único,
capaz de acciones y creaciones asombrosas, y portador de una
racionalidad perfecta. ¿Cómo casar estas dos versiones
casi contrapuestas e igualmente patentes? El camino lo han iniciado
los que se dedican a la economía, pero como nos demuestra
Ariely, queda mucha tela por cortar.
A lo largo de sus páginas, se intenta dar
respuestas a algunas inquietantes preguntas como: ¿Por qué
compramos cosas que no necesitamos? ¿Somos realmente dueños
de nuestras propias decisiones? ¿Por qué una persona
tiende a ser más honesta al pedírsele que recuerde los
Diez Mandamientos? ¿Qué influye en que un producto nos
parezca caro o barato? O ¿decidimos lo mismo cuando estamos
sexualmente excitados que cuando no lo estamos?. Como el propio
Ariely relata, un desafortunado accidente provocó que tuviera
que pasar muchos meses en el hospital ocupando la posición de
un observador neutral. Desde ese momento, su maquinaria de la
curiosidad se disparó iniciando un viaje de sucesivos
experimentos que demostraran las hipótesis que iba formulando
su inquieta mente.
Los trece capítulos que estructuran el contenido
del libro ostentan sugerentes títulos, siendo algunos
ejemplos: “la verdad de la relatividad”, “la falacia de la
oferta y la demanda”, “el coste del coste cero”, “el coste de
las normas sociales” o “el efecto de las expectativas”. Uno por
uno van revelando interesantes claves acerca del proceso de toma
de decisiones que manejamos día a día, y de las
complejas fuerzas emocionales, sociales... que influyen en él.
Además, tras cada nuevo y sorprendente experimento, Ariely nos
invita a la reflexión y a intentar extrapolar esos resultados
a nuestra vida cotidiana. Lejos de dejarnos abrumados por la
complejidad caótica que nos rodea, nos estimula a incorporar
estos nuevos conocimientos y a utilizarlos en nuestro propio
beneficio una vez hemos descubierto qué es lo que
verdaderamente nos motiva.
Siglos de sabiduría popular sugerían el
resultado de muchos de los experimentos que el texto contiene. Sin
embargo, Ariely se encarga de demostrarlos de manera empírica,
sencilla y sorprendentemente divertida. Y todo ello aderezado con un
estilo comunicativo claro, conciso, y lo que es más de
agradecer cuando hablamos de ciencia y ramas afines: entretenido.
Un libro muy recomendable, y una gran idea para regalar
en estas fechas a todos los interesados en comprender un poco más
la conducta humana, sin necesitar conocimientos profundos previos.
Además, el autor ha publicado otras dos obras más
relacionadas. La primera de ellas es “Las ventajas del deseo”,
publicada en 2011 y continuación directa de esta obra prima,
que versa acerca de cómo sacar partido a estos nuevos
conocimientos adquiridos en el ámbito laboral y personal. Y la
última, si cabe más interesante: “Por qué
mentimos... en especial a nosotros mismos”. En esta ocasión,
Ariely bucea en las profundidades de la psicología humana
investigando los mecanismos que nos llevan a autoengañarnos y
cómo nos protegemos de nuestras propias trampas. Pero como imaginaréis, este nuevo libro da para mucho, y quizá sea motivo de otro nuevo post el año que viene...
¡Feliz año 2014!
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