“Hay hábitos de libertad y hábitos de servidumbre”.
José Antonio Marina.
La palabra adicción está más que nunca a la orden del día.
No pasan veinticuatro horas sin que escuchemos afirmaciones del
estilo de: “soy adicto a tal serie de televisión”, “lo
tuyo con el WhatsApp es pura adicción” o “me tengo que
desintoxicar de mi ex”.
Se nos lanza el mensaje de que alimentos que creíamos inofensivos
pueden ser “tan
adictivos como la cocaína”.
E incluso se emiten programas de televisión en los que asistimos
estupefactos a las más variopintas conductas irrefrenables:
Si nos pusiéramos a echar cuentas, ¿cuántas personas de nuestro
alrededor (incluyéndonos a nosotros mismos) podríamos decir que son
adictos a algo o a alguien?
¿Acertaríamos o erraríamos nuestros cálculos?
De entrada parece difícil saberlo.
Podríamos pensar, por todo lo dicho, que la adicción campa a sus
anchas. Pero el sentido común probablemente nos susurraría que no,
que no puede ser que todos seamos adictos a algo. Que todo debe ser
fruto de una gran confusión, o de la diaria exageración que
reclamamos en forma de noticias impactantes y programas de
entretenimiento.
Si recurrimos al diccionario de la RAE, la
definición tampoco nos saca de dudas al definir la adicción
como el “hábito de quien se deja dominar por el uso de
alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición
desmedida a ciertos juegos”. (Las cursivas son nuestras, y
muy discutibles como veremos)
La conclusión lógica es que, en conjunto, no tenemos muy claro
qué es la adicción. Y más importante, los profesionales que
nos dedicamos a este campo no hemos conseguido hacer llegar el más
importante mensaje que debe delimitar aquello que NO es una
adicción.
A lo largo de varias entradas intentaremos afinar las estimaciones a
las que invita nuestra pregunta, y lo haremos exponiendo lo que no
es adicción: ni vicio, ni placer, ni dependencia. Una vez que
hayamos separado el grano de la paja quizás estemos en disposición
de entender una enfermedad que desafía como ninguna otra nuestro
conocimiento sobre lo que supone actuar como humanos.
La adicción NO es vicio
En su recomendable “Pequeño
tratado de los grandes vicios”, el filósofo José
Antonio Marina recorre la historia intelectual de los vicios. Para
ello indaga los orígenes y ramificaciones de los siete pecados
capitales del cristianismo. No lo hace por simple arqueología
terminológica. Las pasiones y los vicios, aunque apenas se
mencionen hoy en día, tienen una presencia innegable en nuestras
vidas, pues influyen de forma soterrada en la manera en que
nos comprendemos a nosotros mismos.
Fragmento del Árbol de la Virtud y Árbol de los Vicios. Biblioteca de la Universidad de Yale. |
Durante siglos la palabra vicio fue la empleada para referirse
a la conducta de aquellas personas que, buscando alguna forma de
placer, actuaban en contra de su propio beneficio. El vicio se
consideraba una debilidad moral por la cual, las pasiones
naturales del hombre se dirigían a objetivos que no les eran
propios. Desde el punto de vista moral las pasiones funcionaban como
el motor que nos conducía hacia un cruce de caminos. Allí
las únicas dos direcciones a seguir podían ser el vicio o
la virtud. Dado que se nos suponía libre
albedrío, uno podía (y debía) dirigir sus pasiones hacia la
virtud, un refinamiento de las necesidades humanas que permitía
diferenciarnos de los animales por medio de una posibilidad que ellos
nunca han tenido: la de ser lo que uno quiera ser, y no lo que los
instintos sugieran.
Ilustr. "Hombre en la encrucijada". John Shaw |
Esta posibilidad, la elección entre virtud y vicio, entre Anábasis
y Katábasis, ha sido la base de la vida moral en nuestra
civilización durante cientos de años, y esto todavía se deja
sentir. Para algunos la verdadera condición humana es la posibilidad
de elegir entre una vida animal, atada a los bajos placeres, o bien
una vida elevada, sublime, hermanada con los ideales humanos. Esta
elección, que se nos plantea todos los días de nuestra vida es la
que, según Marina, acaba dando lugar a hábitos de libertad
(ser como uno desea ser) o hábitos de servidumbre (ser como a
uno le obligan a ser).
La impronta del vicio como elección deja oír su eco en la
definición de adicción de la RAE, pero también en la forma en que
muchas veces percibimos a las personas que sufren la enfermedad
adictiva: si el vicio es una elección activa, un dejarse
dominar, todo lo que suceda después será parte de esa
decisión personal. No será difícil entender entonces que la
iglesia haya sido tradicionalmente la única fuente de tratamiento
para los adictos, acogiéndolos con paternal severidad en su
condición de “ovejas descarriadas”. También nos da una pista
para comprender el amargo manejo de la culpa y el reproche que
todavía se emplea como parte del tratamiento en bastantes
comunidades terapéuticas.
Ilustr. Pawel Kuczynsk |
Pero la adicción, como hoy sabemos, tiene poco de elección
y mucho de esclavitud. Precisamente el núcleo de la
enfermedad adictiva es la pérdida progresiva de la capacidad de
elegir libremente (o de hacerlo
bajo un grado de condicionamiento similar al que afectaría a la
media de la población no adicta). El adicto, por tanto, actúa
condicionado, encarrilado. Su libre albedrío queda debilitado en
grado variable. Por eso la adicción, como
veremos, puede que a veces sea la última consecuencia de
una elección personal mantenida en el tiempo (vicio), pero lo más
habitual es que no sea así. Por lo general constituye un
accidente, una trampa que se cierra inesperadamente sobre nosotros
cuando creíamos tener el control, y por la cual sufrimos serias
dificultades para dirigir los actos en la dirección deseada. A esta
situación prácticamente nadie se somete de forma voluntaria, y
cuando alguien así lo afirma nunca hay que descartar que nuestro
orgullo nos esté llevando a afirmar que transitamos un camino porque
es el que más nos place, y no porque sea el único que seamos
capaces de recorrer en un momento dado.
En la próxima entrada seguiremos desgranando el concepto de
adicción, explicando cuál es el sustrato biológico que da lugar a
esta limitación del libre albedrío.
¡Excelente, espero ya la segunda parte!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Estamos trabajando con mucha ilusión en ello :)
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarme estoy volviendo "adicto" a vuestro blog...
Enhorabuena, muy didáctico
Muchas gracias por tu comentario, un honor que nos leas, y sobre todo que te parezca de interés. Creo que esta adicción podemos considerarla positiva :). ¡Un saludo!
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