A la pregunta de ¿cuántos adictos conoces? hemos
intentado buscarle una respuesta aproximada, acotando aquello que NO
constituye la adicción, en ésta
y ésta
entradas. Ya hemos visto que la adicción no equivale al vicio ni
al placer. Esta semana nos toca cerrar el tema argumentando en
positivo. Daremos por tanto una definición operativa de lo que
nosotros entendemos por adicción.
Ilustr. vía |
Debemos advertir que el abordaje de las adicciones es una de las
fronteras “calientes” de la psiquiatría debido a los
numerosos avances que se está logrando en el conocimiento de su
neurobiología y sus correspondientes mecanismos psicológicos. Esto
hace que muchas de sus definiciones clásicas amenacen con dejar de
ser representativas en poco tiempo. Es un terreno resbaladizo en el
que el vocabulario técnico y popular tienden a entremezclarse, y en
el que surge con frecuencia la confusión.
Hoy en día, por resumir la tendencia actual, los
profesionales estamos pasando de un modelo enfocado en la dependencia
de una o más sustancias tóxicas (modelo de las toxicomanías) hacia
un modelo integrador común a todas las adicciones, incluyendo
aquellas que son conductas, tipos de relación o incluso creencias
(modelo de las conductas adictivas).
Hay que decir que, a pesar de todos los avances teóricos que se van
logrando, todavía no existe una disciplina sólida entendida como
adictología, ya que hasta ahora no hemos alcanzado el consenso
suficiente para proporcionarle un núcleo integrador. Pero hacia ella
nos dirigimos.
Adictología. Hoja de ruta.
Aquí ofreceremos una visión personal de las adicciones que se basa
en:
- Los conceptos básicos actualmente dados por válidos por la comunidad científica: habituación y dependencia como fruto de la unión de la neurobiología y la psicología del aprendizaje.
- El modelo de triple interacción imperante en la psiquiatría y psicología actuales (modelo biopsicosocial): predisposición biológica, circunstancias psicológicas, condicionantes sociales-relacionales, en interacción compleja y recíproca.
- La visión longitudinal de la medicina evolucionista, que comprende el origen de gran parte de los malestares actuales como el fallo de acomodación de unos mecanismos diseñados para promover la supervivencia en entornos bastante diferentes a los actuales.
Estos tres pilares de la comprensión de las adicciones se
encuentran presentes en la mayoría de las unidades especializadas
serias (aunque desgraciadamente no todas lo son). A ellos
debemos añadir la que creemos la piedra de toque que le falta a la
adictología para convertirse en una disciplina madura: un nexo
con la psicología de la personalidad. El puente entre el
“cerebro dependiente” y esa persona concreta que ve sus objetivos
truncados, su libertad coartada y su identidad distorsionada. Esta
no es una idea original. Procede de nuestra formación en el “modelo
Capistrano”, concebido por el psiquiatra José María
Vázquez Roel, quien lleva años aplicando con notable éxito esta
combinación de psiquiatría
a la vez científica y humanista en su clínica de Palma de
Mallorca.
Nuestra aportación a este modelo multicapa (neurobiología, teoría
del aprendizaje, modelo biopsicosocial, psiquiatría humanista) se
limita a reivindicar el papel de la identidad como aspecto
clave de la personalidad. Si la identidad es lo que nosotros
podemos afirmar de nosotros mismos, esta afirmación (o negación)
ha de ser clave en a la hora de configurar ese conjunto dinámico y
particular que llamamos personalidad. De ello hablaremos en otro
momento.
La adicción en consulta.
Existen desde siempre una serie de tópicos pronunciados por
algunos de los profesionales que se han visto en la situación de
atender a personas con adicción. Algunos de los más comunes son del
tipo:
Ilustr. vía |
“Los adictos son mentirosos natos”
“No reconocen su problema”
“No quieren cambiar”
“Todos tienen un trastorno de la personalidad”
Esto refleja un malestar evidente: la impotencia que siente el
médico en consulta cuando el paciente no se acomoda directamente
a sus recomendaciones. Este malestar tiende a alimentar a su vez una
cultura popular transmitida de compañero a compañero, que
puede sesgar el trato al paciente y condenarlo al fracaso
terapéutico. Este sesgo es en cierta forma inevitable, pero debe ser
enérgicamente evitado. La actitud hacia los enfermos por lo general
no se aprende en los libros, sino que se incorpora vicariamente,
viendo trabajar a compañeros con más experiencia y progresivamente
emulando su forma de hacer las cosas, incorporando matices propios.
Como suele suceder con los estereotipos, se fundamentan en un
pequeño núcleo de verdad detectable por la mayoría, pero que
por una razón u otra resulta terriblemente distorsionado al
intentar darle sentido. Los cuatro tópicos mencionados se suelen
entender como causas que
llevan a las personas a caer (y permanecer) en una adicción,
cuando en realidad son síntomas de la enfermedad. La
diferencia es enorme puesto que el médico suele aconsejar que se
eviten las causas (coma sano, haga ejercicio, no fume, no beba),
pero se molesta enormemente si alguien sigue pidiendo ayuda sin haber
puesto en práctica dichos consejos. El problema es que el médico a
veces olvida que contra las consecuencias los consejos no son
suficientes, porque ya han sucedido o dependen directamente de la
patología que se encuentra activa. Por ello habrá que hacer alguna
otra cosa, para lo cual desgraciadamente no siempre habrá tiempo.
Quejarse de las consecuencias (síntomas) de la enfermedad es en
realidad tan absurdo como sugeriría el siguiente ejemplo:
“Los que se rompen una pierna nunca corren hasta el hospital (¡y
eso que es una urgencia!)”
En realidad no se trata de que los médicos seamos (tan) estúpidos,
sino que durante mucho tiempo hemos carecido de una teoría
comprensiva de lo que les sucede a las personas que padecen una
adicción. Lamentablemente las teorías son imprescindibles para
poder manejar toda la complejidad de nuestro trabajo. El problema es
que, en función del bagaje cultural o vital que uno trae al comenzar
a aprender la profesión, unos dependen más de la teoría que se va
incorporando, mientras que otros pueden desenvolverse razonablemente
bien en su ausencia, haciendo uso del sentido común. Obviamente, a
falta de teoría, los primeros sólo pueden quedar desamparados,
atemorizados y en última instancia enfadados con aquello que señala
los límites de su conocimiento. Esta es la principal razón por la
que algunos defendemos la extrema importancia de la promoción del
amor por las humanidades en las carreras sanitarias, pero nos salimos
del tema...
Quedémonos con la idea básica de que la mentira, la negación
(autoengaño), la ambivalencia y la personalidad inmadura son los
síntomas definitorios de la adicción, no sus causas, y por ello
deben ser detectados y tratados. Una vez entendido esto es fácil
comprender por qué no tiene demasiado sentido enfadarse con los
pacientes adictos.
La adicción NO es solo dependencia
Unas definiciones básicas para comprender la diferencia:
- Un acto es una acción puntual dirigida a un fin.
- Un hábito es la automatización (por medio del aprendizaje) de un acto que se repite en el tiempo, a fin de poder llevarlo a cabo de forma eficiente en el futuro.
- Una necesidad es la exigencia de desarrollar un hábito para asegurar la propia supervivencia (respirar, comer, beber, dormir, orinar, defecar, relacionarse...)
Gracias a los avances mencionados hemos podido explicar cómo alguien
se convierte en dependiente a esta sustancia o aquella
conducta. Hemos empezado a entender que todo es susceptible de
convertirse en un hábito gracias al aprendizaje mediado por el
sistema fisiológico de recompensa. Comprendemos bien la
importancia del contacto con las situaciones de riesgo, de la
disponibilidad de las sustancias tóxicas o de los juegos de azar en
el entorno, de la influencia de las normas familiares y los tabúes
sociales. En definitiva, comprendemos bastante bien la aparición y
mantenimiento de aquellos hábitos que pueden acabar en dependencia:
Ilustr. por Serge Bloch, vía |
Según la OMS (1964): “estado psíquico y, a veces, físico
resultante de la interacción de un organismo vivo y una droga,
caracterizado por un conjunto de respuestas comportamentales que
incluyen la compulsión a consumir la sustancia de forma continuada
con el fin de experimentar sus efectos psíquicos o, en ocasiones, de
evitar la sensación desagradable que que su falta ocasiona. Los
fenómenos de tolerancia pueden estar o no presentes. Un individuo
puede ser dependiente de más de una droga.”
Como todas las definiciones, en su momento pareció muy completa,
pero rápidamente surgieron las dudas: ¿qué pasa con las
dependencias sin sustancia?, ¿y si los consumos son sólo los fines
de semana?; ¿y cuál es el criterio definitorio de la enfermedad?,
¿la dosis?, ¿es el grado de deterioro social?, ¿es la legalidad o
ilegalidad de la conducta ejecutada?. De esta indefinición todavía
no se ha salido, y por ello el nuevo DSM es esencialmente
continuista. No aporta nada nuevo al respecto.
Para nosotros, la dependencia es un hábito
que,
sin ser una necesidad vital, nos
procura malestar cuando no lo llevamos a cabo.
Puede ser tan leve como la dependencia al café que tantos
cultivamos, tan comprensible como la dependencia de los analgésicos
durante la convalecencia de una operación, o tan grave como la
dependencia del alcohol, la cocaína o el juego, entre tantas.
Numerosas situaciones
clínicas de las que tratamos en consulta (hurtos incesantes,
vómitos, atracones, autolesiones...) se asemejan tanto a las
dependencias que el modelo de las toxicomanías rápidamente se queda
corto. El peso de los síntomas físicos (síndrome de abstinencia,
tolerancia) han ido perdiendo poder discriminativo, lo que ha llevado
a los profesionales a comprender que lo más relevante en estos
cuadros es la relación con el hábito
nocivo,
caracterizado por la pérdida del control, el divorcio motivacional
(deseo vs placer) y la profunda contradicción personal a la que
acaba conduciendo. La adicción va mucho más allá de la
dependencia, que no deja de ser su paso previo.
Recapitulando.
La adicción se trata de una enfermedad mental debida a una
alteración de los mecanismos fisiológicos que controlan la
motivación por medio del deseo, el placer y el castigo.
Se manifiesta externamente como un tipo especial de relación,
ya sea con una cosa (alcohol, cocaína, teléfono móvil, etc.);
persona (maltratadores, líderes sectarios) o conducta (sexo,
compras, juego, etc.). Esta relación tendría las siguientes
características:
1) Nos perjudica a nosotros y/o a nuestro entorno
2) Nuestra capacidad de control se encuentra limitada.
3) Se minimiza, niega u oculta la situación a través del autoengaño
y mentiras al entorno.
Se da en personas que previamente han desarrollado un hábito del que
duele prescindir, al que llamamos dependencia. Es bueno recordar que
no todas las dependencias acaban en adicción.
Lo que hace diferente la adicción de la dependencia es el conflicto
creciente entre la idea que tenemos de nosotros mismos y la conducta
que estamos llevando a cabo. Esto provoca un deterioro progresivo
de la autoestima, así como una distorsión de la personalidad que es
lo que la caracteriza. Se pierde la libertad para tomar decisiones
acorde con las propias preferencias personales, ya que el deseo
está monopolizado, parasitado. Esta contradicción interna desata
defensas psicológicas que agravan el cuadro: negación,
minimización, racionalización, proyección...
Ilustr. "Grieta I" vía |
La distorsión que la adicción produce en la personalidad es
crónica, progresiva y potencialmente letal. Si la divergencia
entre lo que se quiere ser y lo que se es se mantiene en el tiempo,
la personalidad se torna inmadura,
dificultando el afrontamiento normal de la propia vida.
Esta forma de entender la adicción es congruente con lo que muchas
veces observamos en la práctica clínica: el paso de algunas
personas desde un objeto de adicción a otro, puesto que es la forma
de relacionarse la que se ha vuelto rígida, estereotipada, lo cual
es propio de las personalidades alteradas por una evolución crónica.
El estadio más grave es la afiliación a la identidad adictiva.
Algunas personas, ante la falta de una narrativa personal alternativa
más consistente, descubren en la adicción el propio núcleo de la
identidad. Dado que no hay nada peor para el individuo que carecer de
una identidad sólida, algunas personas prefieren saber que son
buenos en algo (por autodestructivo que sea) antes que empezar a
afrontar el infernal trabajo que supone construir desde cero un nuevo
yo que tendremos que sembrar y defender todos los días.
Esta identidad adictiva (junto con la personalidad narcisista, que
dificulta incorporar al discurso todo aquello que no surja de uno
mismo) constituye uno de los dos peores factores pronósticos en el tratamiento de las adicciones. Para quien ha hecho de la
adicción su identidad la terapia se hace especialmente estéril, a
menos que el paciente se encuentre fortuitamente con nuevas
oportunidades que den sentido a su vida, algo que se complica dada la
especial aversión que todos los humanos sentimos hacia los cambios.
Es por ello que, con las adicciones, urge actuar cuanto antes.
Por otro lado, si se logra la abstinencia completa de forma
mantenida se trata de una enfermedad absolutamente curable. Es
más, muchas de las personas que han superado definitivamente una
adicción son capaces de valorar la riqueza de un trabajo personal
que nos pone a reflexionar, a indagar en nuestra historia, en el tipo
de persona que queremos ser, que ilumina los mimbres de los que partimos y desvela la cantidad de equívocos en los que diariamente nos
movemos, zarandeados por múltiples intereses comerciales y
culturales.
No en vano, el lema del modelo Capistrano dice: “haz de tu mayor
debilidad tu mejor fortaleza”. Esto, por complicado que
parezca, es posible lograrlo, pero únicamente si entendemos la
diferencia esencial entre dependencia y adicción que aquí hemos
expuesto.
Cerraremos esta extensa entrada repitiendo la pregunta con que
iniciamos el estudio de las adicciones, hace casi un mes: y tú,
¿a cuántos adictos conoces?
Estamos seguros de que las estimaciones iniciales habrán cambiado.
¡Perfecto para cerrar la trilogía!
ResponderEliminarMuchas gracias por toda la información que nos has dado acerca de las adicciones.
¡Muchas gracias por tu comentario! Como ves el tema da para mucho, esperamos haber transmitido con claridad el mensaje. ¡Un saludo!
ResponderEliminarSaludos, su artículo muy bien escrito y aclara puntos importantes. ¿Qué opinan de este artículo?
ResponderEliminarhttps://psicologiaenpositivo.com/?p=739
Muchas gracias por su comentario. Acerca del artículo que me sugiere, creo que hay puntos en los que podemos coincidir: el origen del hábito de consumo como forma de afrontamiento del malestar, la necesidad de afrontar la vida sin esa estrategia debilitadora a largo plazo, la existencia de muchos casos autolimitados con buena evolución espontánea... Sin embargo yo no me atrevería a afirmar que el de las adicciones sea un problema "fácil". Se trata de una de las áreas de mayor controversia de la salud mental, donde la mayoría de conceptos tradicionales se quedan cortos o chirrían a algún nivel. El uso de la palabra enfermedad o su rechazo es claramente demostrativo. Lo que popularmente entendemos por "enfermedad", aunque práctico para involucrar a las personas en el tratamiento, resulta demasiado sencillo como para reflejar con detalle un patrón conductual que implica la personalidad del individuo, el contexto social, el rol dentro del sistema familiar... pero que al mismo tiempo llega a desencadenar cambios duraderos y potencialmente graves a nivel neurobiológico. En este sentido me temo que sí hay casos graves y desesperados, como podrá atestiguar cualquier profesional con cierta experiencia en el tratamiento del alcoholismo o la ludopatía, por poner un par de ejemplos. En mi opinión la formación y experiencia de cada profesional condiciona en parte nuestra mirada sobre un fenómeno tan complejo. Quienes hemos trabajado en grandes hospitales o unidades específicas hemos visto desde lo más grave a lo más pasajero. Ojalá fuera tan fácil. Espero haber aportado algo de luz al asunto. Un saludo.
EliminarSaludos, estoy de acuerdo con que una parte importante de casos que llegan a consulta o al hospital, no son de fácil resolución. Es un tema muy interesante. Gracias de nuevo por su respuesta.
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