¿Qué es más sencillo de memorizar: una página del
listín telefónico o los nombres de los personajes de tu libro
favorito? ¿Cómo se consigue ganar un concurso de memoria? ¿Por qué
cuando un grupo de personas ven juntos una película, los resúmenes
que nos ofrecen al final a veces se parecen sólo remotamente? ¿Cómo
consiguió Sherezade salvar su vida en Las mil y una noches?.
Lo que tiene en común estas preguntas aparentemente
inconexas en que todas ellas giran entorno a relatos, historias,
narraciones.
Ilustr: J-J. Benjamin Constant |
La narrativa es un género literario que tiene como
objeto producir emociones en el lector mediante el desarrollo
de una trama, que evoca un mundo, y en el que participan personajes
definidos por esa trama. No se trata de plasmar hechos, función que
sí tendrían los informes o las crónicas históricas. Tampoco su
objetivo es sencillamente el de entretener. Todos somos narradores o
contadores de cuentos. Si nos explican un concepto nuevo podemos
entenderlo en mayor o en menor medida, pero si nos lo explican
articulado en torno a un relato, es automáticamente absorbido y es
difícil que se olvide. Nuestra mente se organiza a partir de
relatos, y estos relatos tienen mayor presencia en ella dependiendo
de la intensidad emocional que acompañaba cuando fueron asimilados.
Desde el principio de los tiempos han existido los
cuentos populares. Los libros, las películas, el teatro, e incluso
las conversaciones entre familiares o amigos citando (o criticando) a
terceros nos abren un mundo infinito de relatos. Vivimos otras vidas
y calculamos diferentes probabilidades de futuro a través de ellos.
Desde muy pequeños los niños tienen la capacidad de identificarse
con diferentes personajes de cuentos y así ir configurando su
entorno. También lo dijo Flaubert: “Madame Bovary, c´est moi”.
Al imaginar a un personaje, sus ideas se entremezclan con las
nuestras configurando nuevas experiencias y modelando
parcialmente nuestra visión del mundo y de los demás. Por
eso un grupo puede ver la misma película pero cada uno vivirá “su
película”. Las neurociencias ya han demostrado que nuestra
capacidad de empatía y solidaridad tienen mucho que ver con este
fenómeno. Y así, día a día, y sin darnos cuenta vamos
confeccionando multitud de relatos que nos permiten organizar nuestra
experiencia y nuestra memoria en forma de narrativas acerca de la
sociedad en que vivimos, de las personas que nos rodean, y por
supuesto de nosotros mismos o lo que llamamos identidad.
Gran parte de los problemas que vemos en consulta tienen que ver con la falta de conexión de esos relatos, o cuando los relatos principales no están ligados a las emociones que sentimos. Cuando a un niño le sucede algo percibido como “malo”, rápidamente tiende a atribuirse la culpa. Esto sucede porque al ocurrir algo inexplicable, la culpa es la forma más sencilla que se suele encontrar para dar sentido. Como decíamos previamente, vivimos inmersos en un mundo constante de relación entre personas, de ahí surgen ideas y significados que a veces ponen en cuestión nuestra narración y ésta tiene que ser revisada y redefinida contínuamente, con el esfuerzo y energía que eso conlleva. Cuando ese esfuerzo se agota es frecuente que aparezcan sentimientos de tristeza, impotencia, ansiedad, soledad, e incluso vacío. Necesitamos un sentido y coherencia narrativa.
Éste fue el tema del famoso libro del psiquiatra
Víctor Frankl, El hombre en busca de sentido. Frankl, de
origen judío, sobrevivió al Holocausto nazi tras pasar varios años
en un campo de concentración. En medio de esta desoladora situación
nos cuenta cómo sobrevive gracias a elegir vivir desde el sentido en
medio del sin-sentido.
¿Cómo se puede alcanzar ese objetivo si ya nos parece
haber agotado nuestras posibilidades? La psicoterapia puede
ser entendida como una conversación terapéutica en la que el
paciente es el experto en sí mismo y el terapeuta el experto en
conversación. Mediante la formulación de preguntas acerca de la
narrativa del paciente, el terapeuta puede “abrir” nuevas
posibilidades para reconstruir esos relatos sin sentido y reconectar
el mundo emocional con los mismos. Nos valemos de nuestra innata
capacidad y necesidad de narrar para dotar a esos relatos sin sentido
o negativos de fortaleza y positividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario