domingo, 10 de noviembre de 2013

¿De qué me sirve un diagnóstico?




In psychiatry, first comes treatment, then comes diagnosis”
Samuel Shem, Mount Misery


Muchos pacientes se marchan de la consulta, extrañados, sin un diagnóstico. En ocasiones esto sucede incluso después de meses o años visitando al psiquiatra. Puede que uno no caiga en la cuenta de este hecho hasta que otra persona le pregunte: ¿qué te han dicho de tu problema? ¿de qué te han diagnosticado? No siempre se podrá dar una respuesta concreta. Algunos incluso notarán que han mejorado, pero ¿exactamente de qué?

Por otro lado, algunas personas ven el diagnóstico del psiquiatra como una etiqueta impuesta de la que prefieren no saber nada. Y al mismo tiempo otras se identifican tanto con el diagnóstico (recibido o escogido) que llegan a emplearlo como tarjeta de presentación hacia los demás.


¿Pero cuál es el valor real del diagnóstico? ¿Es necesario? ¿Hasta qué punto tiene importancia?


Ilustr. Lorenzo Mattotti 
1. Primero el paciente.

Los seres humanos nos llevamos muy mal con las incertidumbres. Todos, desde bien pequeños, nos dedicamos constantemente a buscar y generar explicaciones sobre lo que sucede a nuestro alrededor. El mundo sólo nos resulta habitable en la medida en que le otorgamos sentido, y por eso nos perturban tanto las cosas que escapan a nuestro control o son puro fruto del azar.  Gran parte del sufrimiento que conlleva el estar enfermo tiene que ver con esa incertidumbre, con no saber qué nos está pasando.

Por eso, más que el psiquiatra, el primer interesado en tener esa información es el propio paciente. El simple hecho de disponer de una explicación satisfactoria de los síntomas muchas veces sirve para calmar parte de la angustia, y da pie a que se pueda empezar a hacer cosas en favor de la recuperación. Una explicación satisfactoria debe ser congruente con la cultura y los valores del paciente. Y para eso deben coincidir mínimamente los términos en los que se describe el malestar. Es ahí donde pueden empezar a surgir los problemas. ¿Es un diagnóstico una buena explicación?

2. ¿Qué nombre le ponemos?

El psiquiatra dispone de un catálogo de patologías que abarca todas las formas científicamente reconocidas de enfermedad. Este catálogo, si lo hojeáramos, lo veríamos repleto de términos técnicos como Trastorno por Estrés Postraumático, Esquizofrenia Paranoide, Trastorno Depresivo Mayor, etcétera. Se podría pensar que la misión del psiquiatra es, tras una primera visita, acertar a unir uno de estos nombres del catálogo con lo que el paciente le ha contado. Pero no. O no todavía.

Entendemos por diagnóstico esa conclusión a la que llegamos sobre la salud de una persona tras evaluar unos signos y síntomas. Pero en medicina casi nunca trabajamos con certezas, y menos en psiquiatría. Normalmente la conclusión que sacamos en un primer encuentro sólo puede ser una idea preliminar, a la que llamamos diagnóstico de presunción: la opción más probable de entre todas las posibles en un momento determinado.

Un psiquiatra no puede apresurarse a diagnosticar sin conocer razonablemente al paciente.  Por ejemplo: ¿es la tristeza consecuencia de un momento especialmente malo en la vida del paciente o tiene que ver con una forma habitual de tomarse las cosas? El enfoque del tratamiento cambiará radicalmente en función de matices que lleva cierto tiempo detectar. ¿Quiere decir que el paciente debe esperar todo ese tiempo para recibir ese tratamiento? Afortunadamente no.

El diagnóstico de presunción, aunque no lleve nombre ni apellidos, nos permite hacernos una idea de cuáles son los síntomas más importantes a tratar en las fases iniciales. Además, nos da pistas de por dónde puede estar el origen del conflicto y orienta la dirección de la terapia. Puede ser expresado con palabras que cualquiera emplearía, y no tiene por qué ser técnico. Sólo tiene que ser honesto, razonable y adecuado para el paciente.  


3. ¿Y si necesito un informe?

Ilustr: abc
Los psiquiatras empezamos tratando síntomas y, cuando conocemos lo suficiente al paciente como para hacer un diagnóstico completo, suele ocurrir que ya lo vemos en toda su complejidad como persona que sufre. En ese momento la denominación oficial, con sus nombres y apellidos, casi siempre se nos queda corta. No le hace justicia al caso.

Pero a veces es necesario emitir un informe, bien porque lo requiere otro profesional o porque el paciente lo necesita por cuestiones administrativas, bajas laborales, etcétera. En ese caso, tras una evaluación detallada que no tiene por qué llevar más de una o dos consultas, no habrá problema en plasmar sobre el papel ese diagnóstico de presunción con la terminología apropiada.  

Simplemente habrá que ser consciente de que esas palabras son parte de una clasificación internacional, que surgió para facilitar el trabajo a los profesionales, los investigadores y los proveedores sanitarios. Por ello los diagnósticos tienen el valor que tienen, que es -en definitiva- el de organizar cómo se va a ayudar a la persona y no determinar qué se es ni quién se es.

Las claves:

  • El paciente debe llevarse desde el principio una explicación razonable de su malestar.
  • El diagnóstico técnico no es la mejor forma de explicación, y requiere cierto tiempo.
  • Aún así, siempre se tiene derecho a solicitar un informe con un diagnóstico técnico.
  • Este diagnóstico tiene valor como herramienta profesional. Su valor para el paciente es relativo.


En próximas entradas hablaremos de:
      · Diferencias entre enfermedad, síndrome y trastorno.



1 comentario:

  1. ¡Muy bien dicho! A veces estresa tanto al paciente como al médico tener que poner una "etiqueta" a lo que puede tener varias...

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