martes, 12 de febrero de 2019

¿Por qué esto me afecta tanto?

Sé amable, cada persona que te encuentras está librando su propia batalla. 
Reverendo John Watson (comúnmente atribuida a Platón) 

Los burgueses de Calais, Rodin.

1.
La vida no es fácil para nadie.

A un nivel u otro, precarios o acomodados, todos sufrimos.

Nuestro sistema nervioso permite que nos adaptemos de forma flexible a las circunstancias. Es por eso que, con el tiempo, todos nos aclimatamos a lo que nos pasa. Nuestro umbral del dolor varía sin que nos demos cuenta y de esa forma vamos tolerando el día a día.

Este es uno de los motivos por los que somos tan malos anticipando nuestro nivel de alegría o desesperación futuras si nos planteamos cómo sería hacerse rico de golpe, obtener un logro ansiado o sufrir una desgracia. Ni siquiera las vidas de aquellos que ganaron la Lotería, pasado el subidón inicial, se diferencian mucho de las nuestras. Nos guste o no reconocerlo, también lo pasan mal.

De ahí que comparar el sufrimiento entre personas sea siempre un asunto complicado, terreno abonado para los malentendidos. Lo que para uno es una cosa trivial, a otra persona se le hace un mundo. El caso es que todos sufrimos y deseamos que los demás den crédito a nuestro sufrimiento. Porque el malestar sí que es el mismo, aunque cambien los motivos capaces de producirlo.

En ocasiones sufrimos un revés y, en lugar de compararnos con otros, intentamos comparar el dolor que estamos sintiendo con el de otras épocas de nuestra vida. Nos comparamos con nosotros mismos a lo largo del tiempo. Pero a veces esto trae también sus propias complicaciones.

2.
Recientemente vino a consulta una persona angustiada. Actuaba como agravante de su malestar la perplejidad, el no terminar de entender lo que le estaba ocurriendo:

"Con todo lo que yo he pasado antes... ¿cómo es posible que esto me haya afectado tanto?"

Con "esto" se refería a un problema en el trabajo.
No se trataba de algo mortal ni irresoluble, pero sí desagradable y mantenido en el tiempo: un conflicto con un superior.

En los inicios de su problema, superado el disgusto inicial, pensó que había vivido situaciones mucho peores anteriormente. Pérdidas familiares. Decepciones. Esfuerzos económicos. De alguna manera esperaba que toda aquella desagradable situación quedase pronto atrás. Así podría retomar su vida.

Los burgueses de Calais (detalle), Rodin.
Pero pasados los primeros meses, sin llegar a materializarse ningún cambio concreto, esta persona comenzó a sentir miedo, a desesperarse. ¿Por qué no terminaba de resolverse todo aquello? Al fin y al cabo la solución parecía fácil. Sin embargo había una complicación: que siguiera o no bajo el mando de aquella persona tan hostil no dependía de su voluntad, sino de la de otros responsables de la institución.

Medio año después, sin señales de esos otros, reinaba la parálisis en nuestra consulta. Hablaba del miedo que sentía hacia las cosas más triviales: coger el coche, salir de casa, quedar con su gente. Nada le interesaba ni apetecía. No sabía qué pensar, hacer o esperar. Y no lo entendía, aseguraba: "¿cómo puede ser que esté yo así, si soy fuerte?". Inexplicable.

3.
Aquello me hizo recordar que, de nuevo, la clave de que aguantemos o nos derrumbemos no depende tanto de lo que nos hace sufrir, sino de dos aspectos clave que vamos a llamar control y sentido.

El control es la sensación de que algo podemos hacer.

Las personas, por lo general, aprendemos a afrontar las dificultades de una o dos maneras, básicamente. Son los estilos o estrategias de afrontamiento o, como se las llama comúnmente: herramientas. A medida que vivimos experiencias nos podemos volver bastante buenos usando esas "herramientas". Pero, ¿qué ocurre si nos enfrentamos con algo totalmente nuevo?. ¿Y si ninguna de mis herramientas conocidas me permite dar una respuesta satisfactoria al problema?

En esos casos podemos sentirnos incapaces de afrontar el origen de nuestro sufrimiento. Si nada cambia será probable que nos acobardemos. Evitaremos el contacto con lo que nos hace sufrir. Nuestra vida empezará a empequeñecerse en busca de la seguridad. Pero, paradójicamente, cada vez nos sentiremos más frágiles e impotentes.

Ilustr: Life of Pi. Fox 2000 Pictures.
Esto fue lo que descubrió el psicólogo Martin Seligman a través de sus investigaciones con animales. Aquellos que eran castigados independientemente de su conducta acabaron acurrucándose y mostrando una conducta inhibida similar a lo que se entiende como depresión en los humanos. A este modelo conductual se lo llamó "indefensión aprendida". Es el resultado conductual de sentir que no se tiene control sobre las circunstancias. Como si nuestro cuerpo decidiera que es el momento de dejar de luchar, de ahorrar energías hasta que las circunstancias cambien, y nuestros actos vuelvan a tener efectos.

4.
La impotencia de no tener control sobre una situación ya es difícil de sobrellevar, pero aún más inquietante es el hecho de no poder entenderla. En ocasiones no somos capaces de encontrar un sentido a nuestro sufrimiento. 

Este sufrimiento que escapa al sentido está en la base de las situaciones potencialmente traumáticas.

El caso es que las personas podemos afrontar casi cualquier dolor imaginable siempre que seamos capaces de elaborar la experiencia a través de símbolos (normalmente palabras) que nos permitan encajar la experiencia dolorosa en el marco general de nuestra historia personal y nuestra forma de entender el mundo.

Esta fue la conclusión a la que llegó el famoso psiquiatra Viktor Frankl, quien narró sus terribles vivencias como prisionero en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. En su mundialmente conocida obra "El hombre en busca de sentido", Frankl relató cómo el hecho de poder encontrar una explicación a lo que estaba pasando era lo que caracterizaba a muchos de aquellos prisioneros que consiguieron sobrevivir al encierro, al igual que le pasó a él mismo. Aquellos que, demasiado aturdidos, se veían incapaces de procesar o entender lo que había pasado normalmente no tenían tanta suerte. Era mejor encontrar un sentido, por terrible que fuera (muchos se convencieron de que el Holocausto era un castigo por los pecados del pueblo de Israel), que el abismo del absurdo.


Ilustr: Life of Pi. Fox 2000 Pictures.

No hace falta llegar a situaciones tan extremas. Lo traumático no tiene por qué tratarse de una situación límite. Reconoceremos este tipo de vivencias sin sentido porque tienden a repetirse una y otra vez en forma de preocupaciones obsesivas, conversaciones circulares sobre lo sucedido, sueños con un esquema repetitivo o recuerdos intrusivos. A través de la reexperimentación es como si tratásemos, involuntariamente, de "procesar" la experiencia, de encontrar un ángulo a través del cual podamos por fin entenderla.

5.
¿Qué hacer?

En consulta debemos comenzar a recorrer el camino de lo más fundamental a lo más concreto. 

Lo primero es ayudar a dar sentido. Hablar con otras personas (familiares, amigos) puede ayudarnos a tener puntos de vista distintos. La mayor parte de las experiencias nos permiten aprender de esta manera. Pero cuando esto no sea suficiente, la conversación con el terapeuta irá destinada a reconstruir la historia personal, rescatando de la biografía las piezas que permitirán entender por qué la experiencia no pudo ser asimilada. Con el trabajo conjunto, de la persona como experta en sí misma y del terapeuta como experto en conversación, se irá reelaborando la experiencia desde el campo del absurdo al discurso con sentido.

Ilustr. Livia Marin
Lo siguiente será rescatar los valores significativos de esa persona. ¿Qué tipo de persona quieres ser cuando nos paramos a evaluar las principales áreas de tu vida? ¿Por qué tipo de cosas valdría la pena asumir costes, pagar un precio, y cuáles serían prescindibles si lo piensas con detenimiento? ¿Qué cosas llenaban antes tu día a día y ahora se han ido quedando a un lado?

Finalmente, entendida la situación y fijada la dirección de nuestros actos, habrá que intentar ir retomando poco a poco cuotas crecientes de control. Dar sentido no deja de ser una forma de ganar control cognitivo sobre lo que nos ocurre. Ahora toca pasar a los actos. Comprender una situación y nuestro papel en ella forma parte del primer paso del proceso de resolución de problemas. Una vez hayamos comprendido podremos empezar a valorar opciones, a planificar, ponderar y finalmente tomar decisiones, que serán las que nos permitan salir del contexto que nos hizo tambalear en primer término.

Probablemente las heridas nos duelan un tiempo todavía, y tardemos un tiempo en resolver lo que tanto nos ha afectado. Pero estaremos ya en marcha. Y el miedo irá menguando.

@JCamiloVazquez

8 comentarios:

  1. Es tan difícil dar sentido a la maldad😭
    Al final luciremos unas bonitas cicatrices...😉

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  2. Comprender una situación y nuestro papel en ella forma parte del primer paso del proceso de resolución de problemas.
    En mi experiencia, de momento, he aceptado que la realidad puede superar ampliamente a la ficción... Llevo casi 4 años, viviendo una realidad que supera ampliamente a la ficción... Es una forma de comprender una situación y nuestro papel en ella... Bueno, algo ayuda...

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    1. Gracias por tu comentario. Me da que pensar. La ficción siempre tiene la ventaja de que se construye a partir de códigos y esquemas compartidos en la comunidad. La realidad desborda absurdo y detalles que resultan difíciles de ser incorporados. Cuando intentamos dar sentido a esos detalles les imponemos guías arquetípicas similares a las de la ficción (por eso hay un número limitado de argumentos universales, un poco lo que opinaba Jung). La ventaja de construir la propia historia con otra(s) persona(s) es añadir variedad a esos arquetipos disponibles, para que no nos encontremos limitados a los que nos fueron entregados en nuestra familia.

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  4. Saludos. ¿Qué elementos se necesitan para dar un sentido "que permita seguir adelante" frente a una experiencia y/o a una vida dura?

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  5. Disculpe Doctor, respecto a la anterior pregunta. Aunque no hay formulas o manuales. ¿Se podrían agregar otros elementos, aparte de los escritos en el articulo, acerca por ejemplo, de dar sentido a la muerte (duelo) de un hijo o al abuso sexual?

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    1. Respondo aquí a las dos preguntas. Los elementos que se necesitan son básicamente descripciones de los sucedido que resulten válidas para uno y que permitan encajar la adversidad en la propia biografía de la persona. Por ejemplo: no es lo mismo pensar "mis padres no me querían" que (después de analizar las circunstancias más en detalle) "lo hacían a su manera", "no recibieron suficiente cariño para luego darlo", "hicieron lo que pudieron", etc. Lógicamente hay experiencias tremendamente duras como las que mencionas, que sacuden nuestras ideas básicas acerca de la bondad de las personas o la seguridad del mundo. Lo importante es poder darse una explicación. A veces esa explicación puede ser tajante "es un monstruo", "la vida es un valle de lágrimas". En otras ocasiones existen posibilidades más matizadas, pero depende de las circunstancias de cada uno. Si te interesa profundizar te puedo recomendar el libro de Pau Pérez Sales "Trauma, culpa y duelo". Un saludo.

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  6. ¡Muchas gracias por su respuesta Doctor, me ha quedado más claro!

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