El
trabajo del psiquiatra no solo implica saber cuándo recomendar o no
el uso de fármacos. Debemos aprender a emplear las palabras de la
mejor manera posible en beneficio de quien acude a consulta.
A
veces las personas llegan para contarnos su historia y se sorprenden
porque los profesionales preferimos no emplear algunos términos
de uso común. Eso puede resultar molesto si no somos claros al
explicar por qué actuamos así. Al fin y al cabo cada uno tiene su
forma de expresar sus malestares, y el primer objetivo del
tratamiento es obtener información sobre el problema.
Si las
palabras son nuestras mejores herramientas, ¿por qué renunciar a
algunas de ellas?
El
motivo es que existen una serie de términos de uso cotidiano que no
tienen mucha utilidad en consulta. Son palabras que pueden
resultar engañosas y contraproducentes para quien las emplea,
o incluso para el clínico que se deja atrapar por ellas sin darse
cuenta.
A lo
largo de diferentes entradas nos gustaría compartir con vosotros
algunas de esas "palabras trampa", sospechosos
habituales que llegan desde nuestras charlas del día a día con
aparente inocencia, pero que por lo general sólo sirven para
confundir y disimular los problemas a tratar en la terapia.
Hoy
empezamos con un peso pesado: la tan deseada "verdad".
Cuando
uno empieza a ejercer la práctica de la Psiquiatría, un dilema
frecuente al que se enfrenta es acerca de cómo se las va a
arreglar para discernir entre la mentira y la verdad, cómo
discernir lo que es realidad de ficción. Una de las situaciones
típicas en la que surge esta duda es ante los enfermos con delirios.
Otra muy frecuente es la que se produce cuando los familiares dicen
aquello de “cuidado doctor, que es muy listo y sabe engañar a
todos los médicos”.
Entre
los compañeros de profesión es recurrente la broma de “¿te has
traído la bola de cristal?”. Al principio te pasa desapercibida,
pero después de pelear a brazo partido con disquisiciones acerca de
quién miente y quién dice la verdad, analizar un montón de casos,
compartir anécdotas con los compañeros y habernos sentido
sobrepasados muchísimas veces por tan magna responsabilidad, creemos
positivo establecer unas cuantas conclusiones:
- No es función de la Psiquiatría (ni de ninguna especialidad médica donde también se pierden con frecuencia en este debate) sentenciar en términos de verdad o mentira. De hecho la palabra sentenciar da una pista acerca de quiénes son los responsables sociales de este cometido y según el caso con mayor o menor base de sustentación: la justicia.
- La verdad, como conocimiento certero de la realidad es algo dificilísimo de aprehender. Tiene muchas caras, muchas versiones, y cada persona tiene un relato acerca de su verdad que puede resultar tan certera como la contraria. Verdades absolutas y universales no hay tantas, así que es una palabra que casi siempre se utiliza de forma poco concisa en el contexto clínico.
- ¿Qué hacemos entonces ante las situaciones clínicas antes descritas? Analizar los discursos, en forma y contenido, pero no en términos de veracidad, si no de coherencia, de ajuste al contexto, de consonancia entre lo emocional y lo verbal, y lo más importante si ese discurso ocasiona un sufrimiento evidente a la persona, y le impide o no desarrollar su vida en los ámbitos más importantes : trabajo, familia y sociedad.
Ilustr. Bill Watterson. |
En
resumen, para lidiar día a día con nuestras ajetreadas vidas
necesitamos algunas seguridades. Eso implica dejar de lado detalles y
puntos de vista potencialmente infinitos para empezar a actuar. Sin
embargo en consulta es necesario frenar y mirar con otros ojos.
Debemos tomarnos el tiempo para examinar cada supuesto sobre nosotros
mismos y juntar todo el valor posible para ponerlos en duda. Con
suerte el profesional os echará una mano señalando a esta primera
tramposa llamada "verdad".
Porque, por lo general, en lo que creemos evidente es donde anidan la mayor parte de los malentendidos.
Esperamos
vuestro feedback y preparaos, porque la semana que viene
abordaremos... la mentira.
Da igual lo que haga, piense, diga o escriba, siempre la conclusión es la misma. Me falta flexibilidad...Algún día, espero. Algún día. Una interesante entrada, si bien yo sigo enredándome en esos berenjenales.
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