Resumen de la ponencia presentada en el XIIº Congreso Nacional de los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales en el Ámbito Sanitario. Hospital 12 de octubre. 16/11/18. Madrid.
El bienestar emocional no equivale a la ausencia de dificultades, sino a la capacidad para orientar la acción en direcciones significativas para uno mismo.
, y sufrimos cuando ese dolor lo percibimos arbitrario, incomprensible o ajeno a nuestros intereses. El incremento del número de categorías diagnósticas en los manuales diagnósticos tiene que ver con el afán de reconocer todas las posibles caras de este sufrimiento psicológico. Se llama trastorno mental tanto a las respuestas esperables ante circunstancias adversas, como a aquellos cuadros clínicos que suponen un cambio cualitativamente significativo en el funcionamiento previo. Aunque no refleje la realidad continua del sufrimiento psíquico, a los especialistas en salud mental
entre trastorno mental común (en torno al 60% de las primeras consultas) y trastorno mental grave.
2. El ámbito laboral del personal sanitario presenta, además, una serie de particularidades. Fundamentalmente: el
trabajo de cara al público, la necesidad de establecer una
conexión emocional con personas sufrientes, la
incertidumbre propia de los actos clínicos y la alta
complejidad organizativa de los sistemas sanitarios. Además existen una serie de elementos que conviene tener en cuenta como son la presencia mayoritaria y creciente de
mujeres en las plantillas, la elevada prevalencia de
trastornos adictivos y
el riesgo de suicidio, significativamente superior al de la población general. Las
elevadas expectativas en torno a las profesiones sanitarias pueden conducir a un importante contraste con las condiciones materiales en el día a día, constituyendo un factor de desgaste emocional de primer orden.
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3. Por lo general todas las personas intentamos afrontar las adversidades haciendo uso de nuestros propios recursos y redes de apoyo antes de acudir a un tercero en busca de ayuda. En el caso de los profesionales sanitarios esta búsqueda de ayuda
tiende a demorarse debido a que nuestra
adhesión al rol de proveedores de ayuda dificulta que pongamos la atención en nuestro propio malestar. Pasar “al otro lado de la mesa” supone plantear un
desafío a nuestra idea de nosotros mismos. Para favorecer que los profesionales pidan ayuda debemos ser capaces de
construir entornos de confianza. La confidencialidad en estos casos resulta fundamental. Sin embargo dicha confidencialidad se ve vulnerada con frecuencia en el seno de las propias estructuras asistenciales. Resulta fundamental que los profesionales conozcan los cauces oficiales de provisión de ayuda, y que tanto la reputación como los actos clínicos y de coordinación se encuentren alineados con esta
exigencia ética de primer orden.
4. A la hora de evaluar la situación de un profesional que demanda ayuda siempre debemos ser capaces de recabar suficiente información como para imaginar al individuo en su contexto amplio. Debemos indagar la
composición familiar y el
estado de las relaciones. Cuáles son las figuras de apoyo y
el papel que juega el consultante en el sistema. Por lo general los profesionales sanitarios suelen gozar de una serie de recursos personales que les hacen resistentes a la adversidad. Cuando las adversidades les desbordan suele ocurrir que
otras áreas de apoyo han entrado en crisis o se encuentran ausentes. Las crisis personales que conducen a consulta suelen coincidir con dificultades en el ámbito de la pareja o la familia, enfermedades propias o de allegados, dificultades de tipo económico o de conciliación.
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5. En muchas ocasiones el propio trabajo es una fuente fundamental de realización personal o se convierte en el único elemento satisfactorio de la propia vida. Muchas personas pueden subsistir a pesar de no contar con una red social ajena a lo laboral u otras actividades significativas. Sin embargo serán estas personas quienes resulten
más vulnerables a los conflictos interpersonales, los incidentes críticos (agresiones, errores), o situaciones de hostigamiento y acoso tanto horizontal como vertical.
Es fundamental que los equipos reciban formación en habilidades sociales, escucha empática y resolución de problemas, ya que estas capacidades se encuentran presentes de forma heterogénea entre los integrantes y suelen carecer de ellas quienes más las necesitan, afectando al conjunto. Es necesario informar de los procedimientos existentes para la valoración y mediación en situaciones de conflicto o acoso, así como ser capaz de indagar acerca de posibles
situaciones de acoso sexual en el ámbito de trabajo. Dichas situaciones no son infrecuentes y sin embargo la vergüenza, la culpa y el miedo a represalias rara vez facilitan su expresión. La existencia de un
clima laboral favorable puede ejercer un
papel protector incluso en situaciones de franca sobrecarga asistencial. De igual forma el clima enrarecido o las
dinámicas disfuncionales llevan al rápido deterioro de la salud de los integrantes. Es necesario construir posibles
medidas de carácter grupal que permitan evaluar, identificar y resolver dinámicas disfuncionales presentes en los equipos de forma manifiesta o latente.
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6. El papel de los psicofármacos merece un par de apuntes. En primer lugar debemos tener en cuenta la
facilidad de acceso de muchos profesionales a medicación ansiolítica o analgésica tanto de forma reglada como informal, lo cual implica un riesgo elevado de
autoprescripción y abuso. Por otro lado, la actitud de muchos profesionales sanitarios destaca por su
ambivalencia hacia la medicación, combinando la
prescripción despreocupada en beneficio de sus pacientes con importantes
reticencias hacia la toma de la misma. Resulta imprescindible
indagar acerca de los posibles miedos y fantasías respecto a la toma de medicación, así como aclarar que
el tratamiento farmacológico es siempre una opción secundaria y no un requisito para la obtención de ayuda. Lógicamente esto obliga a los profesionales que atienden al personal sanitario a contar con
habilidades de escucha e intervención que vayan más allá de la prescripción. La indicación de tratamiento farmacológico debe estar orientada a objetivos concretos, idealmente consensuando marcos temporales claros para evitar los tratamientos indefinidos. Así mismo debe contemplarse la posibilidad de
desprescribir cuando el balance no indique continuar la toma de medicación.
7. En cuanto a la psicoterapia, resulta conveniente conocer y hacer conocer las indicaciones de la misma, así como las condiciones que la hacen útil, y no estéril o incluso lesiva. La psicoterapia tiene como principal objetivo
identificar las fuentes de sufrimiento en los casos en que las mismas no son evidentes para la persona. Ya sea detectando obstáculos relacionales o estilos de afrontamiento disfuncionales, la primera tarea psicoterapéutica consiste en arrojar luz sobre el origen del malestar. El segundo objetivo de la psicoterapia consiste en promover, a través del consejo, de las tareas para casa o bien por medio de la propia relación mantenida en la consulta, la aparición de experiencias nuevas,
experiencias emocionalmente correctivas. En los casos en que se comprende el origen del sufrimiento y se toca techo a nivel individual, la terapia de grupo destaca como una oportunidad especialmente útil para ampliar el repertorio experiencial y flexibilizar la propia conducta.
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Pero
la psicoterapia no siempre es necesaria, ni inofensiva. La mayor parte de las personas obtiene un cierto alivio al poder compartir sus dificultades con alguien que ofrece apoyo sin juicio. Pero este tipo de apoyo no es exclusivo de los profesionales de salud mental, ni debiera ser motivo para derivar a nadie al profesional de la psicoterapia. A veces, en nuestra angustia,
acabamos expropiando a las personas la capacidad de afrontar las adversidades por ellas mismas. A veces con nuestras batas blancas
eclipsamos las redes de apoyo y los recursos que existen en la comunidad, agravando el problema de la medicalización y la psicologización. Con nuestras mejores intenciones alimentamos la tranquilizadora ficción de que existen profesionales que darán respuesta a cualquier sufrimiento individual, con lo que no será necesario que nos hagamos cargo. Y
cada vez resulta más complicado que las personas sepamos consolar, cuidar y acompañar, porque confiamos, sin saber muy bien por qué, en que lo hará mejor el personal especializado.
8. Determinados cuadros de sufrimiento psíquico pueden ser de entidad tal que hagan conveniente el inicio de una Incapacidad Temporal. Conviene recordar que
las bajas deben tener un objetivo: deben contribuir positivamente a la recuperación. Esto es relevante en los casos en que aparecen elementos fóbicos con respecto al puesto de trabajo. Sabemos que
el tiempo sin exposición no mejora las fobias, sino que consolida las actitudes de tipo evitativo y reduce la confianza de la persona en su posible regreso al puesto de trabajo.
Este aspecto debe ser trabajado activamente con la persona a fin de que, acordando de forma conjunta los plazos de IT y reincorporación, no viva nuestras actuaciones de forma punitiva. Por otro lado, en los momentos en que exista una negativa por parte del paciente a iniciar la IT y existan indicios serios o documentados de riesgo para uno mismo y para terceros, será necesario llevar a cabo un
esfuerzo de coordinación entre los agentes involucrados: el médico de familia, el médico del trabajo y en ocasiones la Inspección Sanitaria.
9. Cuando sea necesario será importante favorecer en el puesto de trabajo medidas que contribuyan a la estabilidad de los cuadros atendidos. Las
adaptaciones de puesto jugarán un papel especialmente relevante en la estabilidad de los cuadros de tipo afectivo (depresivos, bipolares), así como cuando se haya desencadenado sintomatología de tipo psicótico. Los puestos de bajo estrés psicológico y la promoción del descanso nocturno regular serán aspectos clave. Al mismo tiempo queremos señalar la importancia de
hacer copartícipe al paciente en la búsqueda de una adecuada adaptación, siendo que el carácter simbólico que se le atribuye a cada opción resulta inevitablemente subjetivo. Esto hace que no sea posible dar con medidas objetivas infalibles y nos obliga a una
verdadera escucha de los puntos de vista ajenos. Más vale una adaptación parcialmente satisfactoria teniendo en cuenta los deseos de la persona que una adaptación supuestamente ideal que sea vivida como impuesta.
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Fotografía: James Stanfield. |
10. Por último queremos hacer hincapié en la persistencia de un importante estigma y autoestigma relacionado con el sufrimiento psíquico. No son infrecuentes en los centros sanitarios los comentarios despectivos, las posturas poco comprensivas o la atribución de intencionalidad hacia las personas que buscan ayuda en los profesionales de la salud mental. Gran parte de estas actitudes vienen motivadas por el propio miedo a enfermar o la necesidad de ubicar los elementos disfuncionales de uno mismo o de los equipos en individuos victimizables. Esto constituye las bases del conocido
mecanismo del chivo expiatorio. Si decíamos que nadie está libre de presentar sufrimiento psíquico en un momento dado, mejor será que abandonemos
algunas medidas clásicas contra el estigma que hoy sabemos que son contraproducentes. Sabemos, por ejemplo, que la información fría, racional, no cala. Y sabemos que equiparar el sufrimiento psíquico con las patología somáticas genera distancia, extrañeza y miedo. A los profesionales de la salud mental se nos acusa, no sin parte de razón, de tenerle más aprecio a las personas que ayudamos que a nuestros compañeros sanitarios. El motivo es sencillo, pero fundamental, y es que llegamos a conocer sus vidas en detalle, no así las del resto de profesionales. Porque
comprender es perdonar. Por lo tanto, solo la
creación de verdaderos espacios de encuentro, que fomenten el
aprendizaje mutuo, experiencial, entre profesionales y pacientes permitirá hacer buena la frase de que
“de cerca, nadie es normal”, permitiendo adoptar actitudes más comprensivas y expectativas más realistas hacia los otros y, por ende, nosotros mismos.
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