jueves, 24 de marzo de 2016

Palabras que tu psiquiatra aprendió a olvidar: "NORMAL"

Hay una palabra que tarde o temprano se acaba pronunciando en cualquier consulta de salud mental.

Ilustr. Maja Wronska
A veces formando parte de un reproche.
Otras como una duda sincera dirigida al profesional.

Y probablemente no haya otra capaz de desatar más confusión, por su comprobada inutilidad para ayudar a alguien que sufre. Sin embargo, la usamos continuamente.

Se trata de la palabra: normal.

¿Le parecen normales las cosas que dice?
¿Es normal lo que me pasa?”
Esto no es de personas normales.”
Yo quiero ser una persona normal”

etcétera.

La palabra normal es de esas que abundan en lo que llamamos sentido común. Cuando la empleamos en el día a día nos resulta enormemente útil. Podemos condensar mucha información compleja en un solo concepto. Y en general nos logramos hacer entender. En una conversación cotidiana las diferencias de interpretación, la desviación entre lo que yo quiero decir y lo que tú entiendas, serán en todo caso poco problemáticas. Ese espacio, de hecho, es de las cosas que nos dan vidilla, pues demuestra que no somos clones y da pie a la humana costumbre del chismorreo.

Pero cuando estamos en consulta, intentando hilar fino, explorando los deseos, miedos y frustraciones de la gente, resulta que saltan las costuras de las que creemos palabras seguras, y afloran todas sus contradicciones, muchas veces convertidas en armas arrojadizas en medio de un grave malentendido.

La palabra normal, tan segura y honesta como pareciera, tiene dos caras.

  • Por un lado se refiere a lo frecuente (normalidad estadística o descriptiva)
  • Por otro lado se refiere a lo deseable (normalidad prescriptiva o desiderativa)

Entre lo frecuente y lo deseable suele existir una relación, pero ésta a veces se manifiesta de forma caprichosa, debido a que somos animales culturales. Pero lo veremos más adelante.

Por el momento cabe preguntarse, ¿a cuál de las dos caras de la normalidad se refiere la persona que nos pregunta en consulta? Podemos intuirlo, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Los sobreentendidos pueden ser peligrosos entre desconocidos, por lo que tendremos que indagar.


Primero vayamos al individuo. ¿Qué es “lo normal” para mí?.

Ilustr. Calvin & Hobbes. Bill Waterson.

Según la RAE, las dos primeras acepciones de la palabra normal son:
  1. lo que se halla en su natural estado. (describimos una esencia)
  2. aquello que sirve de norma o regla. (de nuevo, la prescripción)

Las personas somos animales de costumbres.
Lo raro, lo infrecuente, nos inquieta, especialmente si llega de forma inesperada o indeseada.
Existe un viejo dicho en medicina, que afirma que la salud es la vida en silencio de los órganos (René Leriche). Cuando ese silencio (que es el habitual) se rompe, nos sorprendemos y asustamos.

Lo que nos asusta es la incertidumbre. Y lo que nos alivia muchas veces es recibir información contextual, es decir, encuadrar la experiencia poco común, individual, que quizás estemos experimentando por primera vez, en una historia con sentido. Este encuadre puede llevarse a cabo a partir de de diferentes fuentes:

a) El sentido común: podemos definirlo como el cúmulo de experiencias que atesora nuestro entorno. Estas experiencias se articulan en forma de discursos y conceptos que son parte de nuestra cultura. Un ejemplo sencillo: la primera resaca. Puede resultar preocupante y sorprendente lo que se siente después de un primer consumo excesivo de alcohol. Afortunadamente tenemos a un montón de gente a nuestro alrededor que ha sufrido la misma experiencia y, lo que es más importante, que posee un nombre que darle a eso, y una serie de expectativas al respecto. “No hay mucho que hacer. Bebe agua. Se te pasará”. Aprendemos continuamente de los demás, a través de la conversación, y también disponemos del privilegio de poder “vivir” múltiples vidas a través del arte (teatro, música, novela, cómic, cine, etc...). Al mismo tiempo, a medida que vivimos, vamos aprendiendo más y más de nosotros mismos, de tal forma que poco a poco se reduce la lista de situaciones que nos pillan por sorpresa.

b) Conocimiento especializado: además del sentido común, las sociedades humanas disponen de un conocimiento restringido que tiene que ver con el reparto de tareas. En cada grupo humano siempre existen miembros que se caracterizan por atesorar más información y por tener la capacidad de generar sentido, sentido que devuelven a los demás en forma de historias. Este conocimiento especializado puede tener una base científica, pero sólo se le ha dado relevancia a esta fuente desde hace un par de siglos. Hoy somos capaces de darle cierta relevancia a lo que nos puede decir un experto epidemiólogo, cuando afirma, por ejemplo, que en torno al 10% de la población holandesa ha tenido o tiene la experiencia de escuchar voces dentro de su cabeza. Antes de la hegemonía del discurso científico, solo disponíamos de especialistas en explicaciones místicas, o narraciones míticas, tales como sacerdotes, chamanes, gurús, etc. Hoy en día conviven igualmente entre nosotros. El especialista, científico o místico, brinda un conocimiento más global, que desborda lo individual, para crear una estructura de sentido, según la cual una experiencia es frecuente (como las voces, aunque no las compartamos) o infrecuente, o apropiada a un contexto determinado.

Ilustr. David Parkins
En resumen, cuando algo desborda nuestra experiencia de vida (lo que podemos recordar de nosotros mismos) acudimos a los demás para que nos amplíen la información. El contexto siempre es importante. No es lo mismo la experiencia del llanto inconsolable cuando hemos perdido a un ser querido, que un llanto para el que no somos capaces de encontrar ningún motivo. De la misma forma, algunas personas en tratamiento antidepresivo sienten dificultades para poder llorar debido a la leve anestesia emocional que induce el fármaco. Algunas de ellas se sienten especialmente culpables al no poder llorar ante un suceso doloroso. El mismo suceso, el llanto, puede ser interpretado de múltiples formas en función del contexto. Si no estamos dispuestos a escuchar y saber más, nunca sabremos que a veces hay personas que desean llorar.

Por eso vemos que se nos queda corta la palabra normal. Nos interesa más saber:

¿Esto que sientes, lo quieres para tu vida? ¿Es deseable o indeseable? ¿Por qué?
¿Te había ocurrido alguna vez? ¿En qué contexto aparece?
¿Para quién es deseable o indeseable? ¿Para ti o para alguien más?

Al fin y al cabo, somos individuos y no clones. Nuestras experiencias se parecen a las de otras personas, pero siempre incluyen un matiz, en el cual se encuentra precisamente lo que nos hace diferentes. Por eso se agota rápidamente la vía de la palabra “normal”.


En próximos posts abordaremos lo que implica la palabra normal cuando vivimos en sociedad.

Os dejamos con un tributo musical a la normalidad, ¡que lo disfrutéis!


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