Terminamos el año con una entrada más ligera que las anteriores. En
ella analizaremos una serie televisiva que nos ha atrapado ya
desde su primer episodio.
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Quizás su título os suene, ya que nos referimos a Fargo. Con dos
temporadas emitidas hasta la fecha, esta serie de ficción “basada
en hechos reales”* está inspirada en la película homónima de
los hermanos Coen.
El largometraje ya tuvo una excelente acogida en 1996, año de su
estreno, llevándose el Oscar a la mejor actriz y al mejor guión
original. Pero si aún lo recordamos casi 20 años después sin duda
es por esa peculiar combinación de thriller policíaco y humor
negro que de alguna manera se ha convertido en marca de la casa
para los Coen.
Tanto la película como la serie actual nos trasladan al norte de los
EEUU, a la conocida como región de los 10,000 lagos, en el estado de
Minnesota. Allí nos encontramos un mundo de interminables llanuras,
inviernos gélidos y días anodinos. En medio del sopor blanco de
esta Siberia con restaurantes familiares**, de pronto, surge
una violencia inesperada. Frente a ella las fuerzas del orden
zarandean la cabeza y sorben humeantes tazas de café, aturdidas tras
la quiebra de su pacífica rutina.
Fotograma de la película de 1996. |
Podría decirse que gran parte del cine de los hermanos Coen hace
suyo el popular Principio de Hanlon: “no atribuyas a
la maldad lo que la estupidez puede explicar”. Salvando las
distancias, podría decirse que Fargo aplicó sobre el género negro
la misma lente que El Quijote usó para desmitificar las novelas de
caballería: aquella que es capaz de enfocar y mostrarnos el
absurdo de lo cotidiano. Fargo es la historia de un crimen
chapucero que se va de las manos y se extiende como una mancha de
aceite por el suelo. Una historia de codicia, estupidez y miedo.
La serie dirigida por Noah Hawley se asienta sobre este mismo
universo simbólico, pero lo enriquece con nuevos personajes e
historias, desbordando a la película. Aprovecha el formato, más
extenso, para ahondar en el Principio de Hanlon. Explora las
diferencias, los matices, pero también los puentes transitables que
existen entre la estupidez y la maldad. Al mismo tiempo consigue
construir una peculiar atmósfera en la que no todos se desenvuelven
igual.
La trama.
A partir de aquí podéis esperar spoilers, así que seguid
leyendo bajo vuestra responsabilidad.
Estamos en el año 2006 y se nos presenta a Lester Nygaard,
aparentemente un buen hombre. Lester trabaja vendiendo seguros en
la pequeña localidad de Bemidji. Es un tipo de modales suaves,
precavido, sin ganas de meterse en complicaciones. Tan bueno es que
el antiguo matón de su instituto todavía lo acosa de vez en cuando,
golpeándole en público para aleccionar a sus hijos. Soporta
resignado esta situación, así como el hecho de que sea comparado
constantemente con su hermano, a quien su mujer ve como el modelo de
hombre ideal que Lester nunca podrá alcanzar.
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Así transcurre la vida de Lester hasta que accidentalmente conoce a
Lorne Malvo, sicario de mirada penetrante, ideas claras y peculiar
flequillo. Mientras comparten sala de espera en las urgencias de
un hospital, Lorne se interesa por Lester, quien le acaba confesando
ser víctima del matón Sam Hess. “Si yo estuviera en tu
situación, mataría a ese hombre”. La respuesta de Lester es
reveladora: “si tan seguro estás, quizás deberías matarlo por
mí”. A pesar de que inmediatamente se arrepiente y afirma
estar bromeando, los destinos de Lester y Malvo quedarán sellados
cuando a los pocos días Sam Hess aparezca asesinado en un club de
carretera.
El encuentro con Malvo y la muerte de Hess acaban teniendo un extraño
efecto en Lester, como si algún tipo de barrera hubiera caído para
él. Cuando, una vez más, llega a casa y comienza a recibir su dosis
habitual de reproches conyugales agarra un martillo y con él le da
la réplica a su mujer. Lo que se inicia como un golpe inesperado,
caprichoso, se convierte en ensañamiento, muerte y luego pánico
ante lo que acaba de suceder. A partir de ahí entrarán en escena
las fuerzas del orden, con la agente de policía Molly Solverson
como precario pilar de sentido común en medio de la espiral de
muertes que se irá desatando.
El hilo conductor.
Decíamos que Fargo se ambienta en una atmósfera peculiar,
que vertebra toda la trama y define a los personajes. Esa atmósfera
es la del miedo. Bien sea por tener que enfrentarse a los
pequeños problemas del día a día, que acosan a Lester como un
goteo, o bien por sentir con acierto que un zorro campa a sus anchas
por el gallinero tras la llegada de Lorne Malvo, los personajes de
Fargo se retratan en cada episodio en función de esa forma
característica que tienen de responder al miedo.
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El miedo es una emoción primaria, de las más básicas que
compartimos todos los animales. Las e-mociones, como su
etimología sugiere, nos ponen en movimiento ante estímulos del
entorno (por ejemplo, un depredador) o de nuestro interior (una
herida). Su función es aproximarnos hacia lo que nos hace bien, y
alejarnos de lo que resulta nocivo. Las emociones son actúan como un
piloto automáticodirigido hacia la supervivencia. Pero una de las
cosas que nos distingue de otros animales es que los humanos podemos
elegir: podemos dejarnos llevar por el piloto automático o actuar de
otra manera, pudiendo incluso tomar el mando en contra de nuestros
propios intereses más inmediatos.
Todos sentimos miedo en algún momento de la vida. Todos
tenemos esa capacidad, como parte de nuestro temperamento, aunque la
intensidad con la que lo sentimos puede variar de una persona a otra.
Eso se percibe ya desde niños. Rápidamente puede intuirse si una
persona es más bien temerosa o, todo lo contrario, no parece
asustarse con casi nada. Sobre esta base temperamental se va forjando
el carácter, que tiene que ver con los hábitos que adquirimos a
través de aprendizaje. Ahí juegan un papel las experiencias
personales, las normas, las enseñanzas, los consejos... El
temperamento apenas cambia a lo largo de la vida, pero el carácter
sí se puede moldear. Lo hacemos cada día a través de pequeñas
decisiones. Son éstas las que nos convierten en lo que decidimos
ser: valientes o cobardes. El miedo es tan solo un punto de partida,
una disposición.
¿Cómo define el miedo a nuestros personajes? Podríamos dividirlos
de la siguiente manera.
Los sin miedo
Lorne y Molly. Sicario y policía. También pueden ser leídos como
el bien y el mal, los extremos de un continuo moral. Decir que no
sienten miedo sería afirmar que no tienen instinto de
autoconservación, lo cual no es exactamente así. Pero sí es cierto
que, ambos, en comparación con el resto de las personas que los
rodean, parecen estar mucho menos sujetos a esa “fuerza de la
gravedad” que lastra casi todas las decisiones en Fargo. Son
los menos parecidos a nosotros y, por ello, los que más nos llaman
la atención.
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- Lorne Malvo es la figura arquetípica del psicópata. Carece de empatía, en el sentido de que no establece verdadera conexión emocional con las demás personas. Eso le resulta enormemente ventajoso, pues al no conmoverse (moverse con la emoción del otro) puede leer lo que los demás sienten de forma completamente fría y racional, práctica. Eso le proporciona un buen instinto para evaluar a la personas, y por lo tanto para manipularlas a su conveniencia. Pero lo que le distingue de otros psicópatas es que tampoco parece sentir mucho miedo. Se muestra extremadamente frío, incluso en situaciones de alto riesgo para su vida como tiroteos o enfrentamientos fisicos, sin ser él demasiado corpulento. Malvo se mueve por la historia como un barco rompehielos, o como un lobo entre corderos, absolutamente seguro de sí mismo mientras se divierte sembrando el caos y dando lecciones desde su peculiar experiencia: “el problema es que te has pasado toda la vida creyendo que hay reglas. No las hay. Éramos gorilas. Todo lo que teníamos era lo que podíamos coger y defender.” Sin duda se gana la vida matando, pero su verdadera pasión consiste en estudiar a la extraña y risible especie de los corderos, acorralarlos hasta que vean lo absurdo de sus normas, y conseguir que acaben comportándose como el lobo que él es.
- Molly Solverson, hija de policía retirado es, en contraposición a Malvo, una persona cariñosa, implicada. Se preocupa por los demás. Sabe escuchar y confortar en medio del dolor, el cual también le toca de cerca. Al mismo tiempo es una persona reflexiva. Tiene curiosidad y una percepción lo suficientemente fina como para comprender situaciones muy complejas. En cuanto comienza a investigar las repentinas muertes que tienen lugar en la comarca, sin aparente conexión entre ellas en un principio, empezamos a notar que su forma de leer lo que sucede es muy diferente de la que tienen el resto de compañeros del cuerpo de policía, más preocupados por el devenir de la temporada de pesca o la llegada de un próximo temporal de nieve. Molly se define perfectamente cuando podemos verla en contraste con otros dos policías a su pesar: el nuevo jefe de policía, Bill Oswalt, así como el agente Gus Grimly, de la vecina localidad de Duluth. El sentido común de Molly no se empaña por el deseo de regresar cuanto antes a la rutina. Tampoco lo distorsiona el miedo que inspira lo que sin duda alguna es un acúmulo de muertes demasiado terrible como para darse por pura coincidencia temporal. Lo que marca la diferencia entre Molly y el resto de policías es que no tiene miedo. Y tan poco peso tiene el miedo en su vida que tanto su padre como su compañero Gus se ven continuamente empujados a recordarle que el mundo está lleno de peligros, y que las personas que la necesitan quizás no soportarían su pérdida. Quizás sea injusto decir que la pobre Molly no sienta miedo en absoluto, pero, como hemos dicho, en el conjunto de su vida mental no parece relevante, quizás porque su leve disposición en este sentido quede ampliamente compensada por su intensa compasión y sentido de la justicia. Lo que está claro es que su temperamento le permite sostener la mirada al abismo sin parpadear, cuando otros vacilan y miran para otro lado. Es por ello que actuar como cree que debe actuar sin entrar nunca en contradicción con lo que le dictan las agallas. Molly siempre es Molly.
Los temerosos.
Una vez descartadas las desviaciones estadísticas de la norma (Lorne
Malvo y Molly Solverson), nos quedan todos los demás. Y es que
temerosos lo somos todos, en mayor o menor medida. Sin embargo,
dentro de este grupo también surgen las divisiones, esta vez de
carácter. Lo que nos define al resto de personajes son el tipo de
decisiones que solemos tomar tomar cuando aprieta el miedo.
- Los temerosos cobardes.
Lester Nygaard. Desde el primer momentro nos damos cuenta de
que Lester es un cobarde. Un pobre hombre, de los que inspiran una
cierta compasión, limitada por la sensación de que parte de los
palos que le da la vida no son tragedias inevitables, sino
consecuencia de su falta de espíritu y dificultad para ponerles
freno. El miedo puede tener un efecto transformador en las personas,
puesto que si nos obliga a sufrir desgracias nos va cargando de
rencor. Uno no puede resignarse toda la vida y salir indemne. Por
mucho que tratemos de poner al mal tiempo buena cara, ser amables,
comportarnos como buenos vecinos... siempre llegará el momento en
que entremos en contacto con todo ese dolor que consideramos
inmerecido, y surgirá el deseo de represalia, de retribución.
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Esto es lo que detecta en él Malvo, su potencial para hacer daño.
Su deseo de venganza. Con una sugerencia aparentemente inocua (“yo
habría matado a ese hombre”) y un posterior ejemplo como
muestra (el asesinato de Hess), lo pone sobre las vías para empezar
a actuar conforme se siente, y no conforme le dicta el miedo. De ahí
esta relación que no cabe llamarla amistad, pero en la que Malvo se
deleita haciendo de guía hacia el mundo de los lobos, y Lester se
aproxima primero buscando una ayuda en medio del pánico, y
posteriormente llegando a identificarse con él e intentando invocar,
de forma fallida, algo así como un cierto colegueo.
Bill Oswalt. Otro evidente cobarde es el jefe de policía
accidentalmente ascendido tras el asesinato de su predecesor. Sin ser
mala persona, pues se compadecerse intensamente por el reguero de
“desgracias” padecidas por su antiguo compañero de instituto
Lester, lo que su caso nos deja claro desde un primer momento es que
las emociones influyen -y mucho- en cómo percibimos el mndo. El jefe
Bill Oswald no desea que un asesino en serie ande suelto por Bemidji
(opina que las muertes han debido ser “cosas de vagabundos”). No
desea que su antiguo amigo Lester pueda ocultar un crimen terrible a
sus espaldas (“el pobre Lester jamás haría eso, ha debido ser su
hermano”). Está claro que el miedo que siente ante determinadas
situaciones potencilmente terroríficas le nubla tanto la comprensión
de las cosas como para hacerle agarrarse al primer clavo ardiendo que
se le presente, aunque sea a base de apostar por hipótesis
vergonzosamente simplistas. Por si nos quedara alguna duda, se
sincera con Molly en los últimos compases de la temporada, lo cual
le redime de alguna manera. Reconoce que no está hecho para
presenciar tanto horror, tanta violencia gratuita. Que no le sienta
bien esto de ser jefe, y que prefiere dedicarse a ser un hombre de
paz.
- Los temerosos valientes.
Valiente no es el que no siente miedo. Quien no es capaz de sentirlo
acaba siendo, en todo caso, un temerario. El valiente es quien,
sintiendo miedo, decide afrontarlo la mayor parte de las veces.
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Gus Grimly, agente de policía por casualidad (quería ser
cartero, pero entró en el cuerpo “porque en correos no había
empleo y en la policía estaban contratando”) sin duda siente
miedo. Después de fallecer su mujer y quedar a cargo de su hija,
tiene mucho que perder. Esto le lleva a dejar escapar a un
inquietante Malvo después de detenerlo en un control de carretera.
Pero a diferencia de otros, no podrá olvidar. Esa decisión le
perseguirá durante toda la temporada. En contraposición al nocivo
ejemplo que Malvo tiene sobre Lester, Gus irá armándose de valor
inspirándose en la voluntariosa Molly. Será por eso que,
sobreponiéndose, será capaz de acerchar al propio Malvo en su
guarida y afrontarlo en solitario.
Existen otros personajes que demuestran valentía como una forma de
redención (véase la pareja de agentes del FBI, que acaban
perdiendo la vida), pero en beneficio de la brevedad los dejaremos
de lado en esta reseña.
“Match Point”
Como hemos dicho, todos sentimos miedo en alguna ocasión. La
intensidad con que nos atenaza suele tener que ver con el
temperamento. Nuestro temperamento cambia poco a lo largo de la vida,
pero lo que sí puede cambiar son las decisiones que tomamos día a
día. Estas decisiones, que luego consolidan en hábitos, forman
nuestro carácter.
Nos cueste más o nos cueste menos podemos elegir actuar de forma
cobarde o valiente. La cuestión del mérito es en todo caso
secundaria.
Fargo tiene la grandeza de plantearnos una historia apasionante, y lo
hace gracias a unos personajes bien definidos en torno a la cuestión
central del miedo. A partir de ahí podremos hablar acerca del bien y
del mal, pero creemos que antes es importante conocer las bases que
sustentan estos conceptos morales.
Fuente: http://gentedigital.es |
Con Lester aprendemos que el miedo puede ser el límite a nuestros
propios deseos, y que es una de las bases a partir de las cuales
construimos colectivamente la ley. Por eso el empeño de Malco en
preguntarle “¿es esto lo que quieres?”, invitándole a tomarlo.
Su historia nos habla de lo que descubrimos de nosotros mismos al
caer el miedo, como le sucede a Walter White en Breaking Bad tras
serle diagnosticado un cáncer incurable. Una vez emprendida la senda
del deseo sin límites, tanto se crece que empezará a sentirse
omnipotente, desafiando a Malvo en un evidente fallo de cálculo, que
acabará en huída hacia delante, hacia el hielo quebradizo.
Gus siente el miedo, toma una decisión que lamenta, y es capaz de
percibir el efecto que eso tendrá sobre él si no cambia. Por eso
logra redimirse cuando decide enfrentarse al mal. Abierto a debate
quedaría si el cómo se resuelve este desafío supone una victoria
moral para los corderos o para los lobos.
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Fargo, en definitiva, nos invita a través de una historia
apasionante a preguntarnos qué haremos frente al miedo. Hacia dónde nos decantaremos
cuando en la partida de la vida llegue ese Match Point en que la
pelota puede caer a cualquier lado de la red.
Porque una cosas está clara. El miedo, antes o despúes, siempre
nos llega.
Y ante él nos retratamos.
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*
Tanto la película de los Coen
como la serie juegan al equívoco con el tema de los “hechos
reales”, que como tal nunca sucedieron. Esto se ilustra a través
de un guiño adicional representado en
la figura de Paul Bunyan, cuya extravagante estatua preside la
entrada a la ciudad. Se trata de un famoso leñador, a caballo entre
el cuento y la historia, que aparentemente no sentía miedo. Se anuda
así la dudosa veracidad de la historia con el género denominado
“fakelore”
(folclore-ficción) para acabar configurando esta fábula acerca del
miedo.
**
Así se refieren los Cohen al
estado de Minnesota, donde nacieron y se criaron, empapándose de
cultura televisiva entre nevada y nevada.
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