domingo, 20 de octubre de 2013

Psiquiatría en la pantalla


Todos hemos tenido contacto con la psiquiatría a lo largo de nuestras vidas. Y para aquellos que jamás pisaron la consulta de un psiquiatra, ni solos ni acompañados, nos gustaría señalarles su masiva presencia en el cine y televisión prácticamente desde que se crearon. La imagen de la psiquiatría y de la práctica de sus profesionales ha sido forjada en nuestro imaginario a partir de las escenas que han llegado a nuestras pantallas, con sus variaciones y vaivenes a lo largo de los años. Cierto es que aunque la mayoría de las profesiones han sido representadas en la industria del celuloide, no todas se han replicado tanto y dado tanto juego. Así pues cabría preguntarse si lo que nos muestra el cine es un reflejo de la visión social del momento, o por el contrario se convierte en un modelo que transforma las costumbres de un determinado contexto. Ya pasó con el tema del tabaco: desde Humphrey Bogart y los tipos duros hasta nuestros días, en los que si alguien fuma en pantalla desde luego no será el héroe.

La llamada fábrica de los sueños encontró con el psicoanálisis un nexo común en el simbolismo para potenciarse el uno al otro. Aquí recordamos la extensa filmografía de Hitchcock, quien con mayor o menor mitología, tanto utilizó las alteraciones mentales y a los psiquiatras para el éxito de sus películas. Psicosis, pero también Vértigo, Recuerda, Marnie la ladrona... Y en la línea del psicoanálisis, la continuación de su presencia por el inolvidable Woody Allen. A través de su filmografía se llegó a interiorizar la necesidad de poner un psicoanalista en tu vida, como aquel que acude al entrenador físico personal.¿Acaso no somos todos más o menos neuróticos, y quien más y quien menos tiene sus filias y fobias en mayor o menor medida confesables?.

Se dice que todos somos psicólogos naturales, y nuestro interés se ve continuamente captado por lo que consideramos comportamientos incoherentes o extravagantes, ya sean propios o ajenos. Pero en ocasiones el cine ha ido más allá de entroncar con nuestra curiosidad insaciable de psicología, y ha conectado con el espectador a través de una visión oscura de la enfermedad mental. Es decir, captando la atención a través de uno de los principales miedos universales: el de volverse loco, o lo que es lo mismo, perder la razón, la identidad y la capacidad de decidir por uno mismo. Alguien voló sobre el nido del cuco, El silencio de los corderos... Películas que han enturbiado no sólo la imagen de los profesionales de la salud mental, sino que han aumentado el llamado estigma o rechazo social hacia las personas afectadas por los problemas mentales.

En los últimos años asistimos al boom de las series televisivas y a su masiva difusión a través de Internet. Y en su fuerte posicionamiento como género de culto, continúan trayendo la psiquiatría a escena. Los Soprano, A dos metros bajo tierra, Breaking Bad, Homeland... Como decíamos al principio, hay un debate abierto acerca de si la pantalla muestra o la pantalla crea la realidad. Lo que si es cierto es que cada vez más aparecen en ella personajes afectados por crisis vitales, trastornos mentales, o en definitia situaciones que ponen en jaque su integridad psíquica, pero que se presentan como una parte más de lo que en conjunto constituye un ser humano que por otro lado es capaz de llevar una vida relativamente normalizada. Personajes con sufrimiento psicológico, pero luchadores, con sus familias, trabajo... Y lo más importante, con los que todos empatizamos.

Afortunadamente esta factoría de series en su mayor parte americanas, consiguen unir entretenimiento con rigor y documentación. Un esfuerzo que hay que aplaudir y que esperamos seguir disfrutando desde nuestras pantallas.


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