Todos hemos tenido contacto con la psiquiatría a lo largo de
nuestras vidas. Y para aquellos que jamás pisaron la consulta de un
psiquiatra, ni solos ni acompañados, nos gustaría señalarles su
masiva presencia en el cine y televisión prácticamente desde
que se crearon. La imagen de la psiquiatría y de la práctica de sus
profesionales ha sido forjada en nuestro imaginario a partir de las
escenas que han llegado a nuestras pantallas, con sus variaciones y
vaivenes a lo largo de los años. Cierto es que aunque la mayoría de
las profesiones han sido representadas en la industria del celuloide,
no todas se han replicado tanto y dado tanto juego. Así pues cabría
preguntarse si lo que nos muestra el cine es un reflejo de la
visión social del momento, o por el contrario se convierte en un
modelo que transforma las costumbres de un determinado contexto.
Ya pasó con el tema del tabaco: desde Humphrey Bogart y los tipos
duros hasta nuestros días, en los que si alguien fuma en pantalla
desde luego no será el héroe.
La llamada fábrica de los sueños encontró con el psicoanálisis un
nexo común en el simbolismo para potenciarse el uno al otro.
Aquí recordamos la extensa filmografía de Hitchcock, quien con
mayor o menor mitología, tanto utilizó las alteraciones mentales y
a los psiquiatras para el éxito de sus películas. Psicosis,
pero también Vértigo, Recuerda, Marnie la
ladrona... Y en la línea del psicoanálisis, la continuación de
su presencia por el inolvidable Woody Allen. A través de su
filmografía se llegó a interiorizar la necesidad de poner
un psicoanalista en tu vida, como aquel que acude al entrenador
físico personal.¿Acaso no somos todos más o menos neuróticos, y
quien más y quien menos tiene sus filias y fobias en mayor o menor
medida confesables?.
Se dice que todos somos psicólogos naturales, y nuestro
interés se ve continuamente captado por lo que consideramos
comportamientos incoherentes o extravagantes, ya sean propios o
ajenos. Pero en ocasiones el cine ha ido más allá de entroncar con
nuestra curiosidad insaciable de psicología, y ha conectado con el
espectador a través de una visión oscura de la enfermedad mental.
Es decir, captando la atención a través de uno de los
principales miedos universales: el de volverse loco, o lo que es
lo mismo, perder la razón, la identidad y la capacidad de decidir
por uno mismo. Alguien voló sobre el nido del cuco, El silencio
de los corderos... Películas que han enturbiado no sólo la
imagen de los profesionales de la salud mental, sino que han
aumentado el llamado estigma o rechazo social hacia las personas
afectadas por los problemas mentales.
En los últimos años asistimos al boom de las
series televisivas y a su masiva difusión a través de Internet.
Y en su fuerte posicionamiento como género de culto, continúan
trayendo la psiquiatría a escena. Los Soprano, A dos metros bajo
tierra, Breaking Bad, Homeland... Como decíamos al principio,
hay un debate abierto acerca de si la pantalla muestra o la
pantalla crea la realidad. Lo que si es cierto es que cada vez
más aparecen en ella personajes afectados por crisis vitales,
trastornos mentales, o en definitia situaciones que ponen en jaque su
integridad psíquica, pero que se presentan como una parte más de
lo que en conjunto constituye un ser humano que por otro lado es
capaz de llevar una vida relativamente normalizada. Personajes con
sufrimiento psicológico, pero luchadores, con sus familias,
trabajo... Y lo más importante, con los que todos empatizamos.
Afortunadamente esta factoría de series en su mayor parte
americanas, consiguen unir entretenimiento con rigor y documentación.
Un esfuerzo que hay que aplaudir y que esperamos seguir disfrutando
desde nuestras pantallas.
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