Psicoterapia
es el tratamiento de los problemas psíquicos a través de la
palabra. Constituye la principal herramienta de trabajo de la
mayoría de psicólogos y de muchos psiquiatras. Su
historia se podría rastrear hasta algunas
prácticas llevadas a cabo en la Grecia clásica, pero como
técnica moderna podemos decir que nace con las observaciones del
neurólogo vienés Sigmund Freud.
Desde entonces el árbol de la psicoterapia no ha dejado de crecer,
brotando de su tronco las diferentes ramas o corrientes que
hoy podríamos resumir en:
·
Corriente Psicodinámica: heredera de la tradición
psicoanalítica acuñada por Freud y sus discípulos. Busca el
origen de los síntomas en conflictos psicológicos pasados y
reprimidos.
·
Corriente Cognitivo-Conductual: recoge los hallazgos de la
psicología del aprendizaje (Pavlov, Watson, Skinner) para, tras
incorporar un giro cognitivo (Beck, Ellis), acabar configurando un
modelo que explicaría por qué determinadas conductas e ideas
nocivas son aprendidas y automatizadas a pesar del perjuicio que
nos ocasionan.
·
Corriente Humanista: impulsada por Rogers, se basa en el
potencial autosanador del individuo, ofreciendo una visión
dinámica de la personalidad y centrada en el crecimiento a través
de la superación de sucesivos obstáculos vitales.
·
Corriente Sistémica: hace de los sistemas, y no los
individuos, el objeto de su estudio, centrándose en el modo en
que las relaciones (Watzlawick) pueden acabar generando o
resolviendo la problemática a tratar. Profundiza en el
conocimiento de las estructuras familiares y sus ciclos (Minuchin,
Haley).
· Corriente Existencial:
ubica el origen de gran parte del malestar psicológico en la
obligación de afrontar (y la tendencia a evitar) los grandes
temas universales del ser humano: la muerte, el aislamiento, la
ausencia de sentido y la libertad. Yalom, Frankl o May la
representan.
|
Cada
una de estas corrientes posee su propio modelo explicativo de la
mente, su interpretación acerca del origen de los síntomas, el tipo
de relación ideal entre terapeuta y paciente, así como las
estrategias para promover el cambio saludable. Todas estas
corrientes, a pesar de su origen común, son diferentes e incluso
a veces contradictorias entre sí. A pesar de esto todas han
conseguido demostrar su eficacia terapéutica. ¿Cómo es esto
posible?
El
enigma parece despejarse cuando comenzamos a centrarnos en lo que de
común tienen todas ellas, en lugar de analizar sus diferencias y
ponerlas a competir. Más allá de la letra pequeña de cada teoría,
de si se emplea diván o espejo unidireccional, de si tratamos
pacientes o clientes, subyace un tipo especial de conversación
caracterizada por los siguientes factores comunes:
|
La
Psicoterapia Integradora es la corriente que reconoce estos
cuatro factores como el motor del cambio, adaptándolos a la
versión del problema que el paciente trae a consulta. Esta
versión unas veces estará centrada en sucesos del pasado, otras se
fijará más en problemas de relación actuales, en conductas
aprendidas... el terapeuta integrador es capaz de iniciar un tipo de
conversación que analice esta versión dolorosa, muchas veces
enquistada, aportando perspectiva y nuevos modos de experiencia que
permitan la mejoría.
Al
hablar de versiones asumimos que no existen verdades
absolutas, y que el paciente es el experto en sí mismo,
siendo el papel del terapeuta el de aportar su habilidad como
conversador. La psicoterapia integradora, por tanto, recoge la
sabiduría compartida por los pioneros de la psicoterapia para hacer
un uso de su potencial terapéutico basado en el sentido común y en
el consenso, siendo especialmente adecuada para aquellas personas que
nunca han iniciado un tratamiento psicológico o aquellas que lo han
hecho y se han sentido poco identificadas con lo que se hablaba en
consulta.
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