Nuestra mente forma parte de nuestro cuerpo, de
nosotros mismos, pero a su vez es parte también del entorno que nos
rodea. Cuando una persona se rompe una pierna está claro que no va a
poder desenvolverse por sí misma, perdiendo una parte significativa
de su libertad. Existen pocas dudas de que debe pedir ayuda al médico
designado para tal fin. Lo que sucede es que este proceso de decisión
lo hacemos gracias a la mente. Y en el caso de que el problema esté
en la mente, o lo que es lo mismo, exista algún tipo de trastorno
mental, la capacidad de autodetección se complica bastante.
Sin embargo, podemos sospechar que algo no va
bien cuando:
- Nuestras estrategias habituales para afrontar el malestar, sufrimiento, problemas de sueño, falta de apetito... no están dando resultado (cada uno las suyas: hacer deporte, yoga, salir a tomar algo con los amigos, el apoyo de nuestros seres queridos...)
- Van apareciendo complicaciones en otros ámbitos de la vida: familia, pareja, trabajo, amistades...
- Nuestros conocidos nos dicen que actuamos de forma diferente o nos avisan de un cambio de actitud; cosa que aunque nos pueda irritar o hacer pensar que no nos comprenden, muchas veces puede ser cierto.
El objetivo
de acudir al psiquiatra puede ser el de aclarar una duda muy
legítima: ¿Es normal esto que me pasa?.
Ha de quedar claro que el paciente es el experto en sí mismo. Nadie
mejor que él conoce su propia historia, deseos, motivaciones... Lo
que sucede es que por estar inmerso en el problema suele perder la
perspectiva, y lo mismo le pasa a la familia, que al estar implicada
emocionalmente pierde a su vez la distancia necesaria. Por otro lado,
la sociedad, sus tendencias y modas hacen que cada vez menos se
compartan las experiencias con franqueza, y se creen mitos o
expectativas que arrojan más confusión a nuestro entendimiento
profundo. Por ejemplo, en España resulta muy difícil compartir un
fracaso empresarial al no haber una cultura de emprendedores
arraigada.
La labor del
psiquiatra por lo tanto, es en primer lugar el psicodiagnóstico,
es decir, responder a la persona que viene a consulta si es o no
normal eso que le pasa. En ocasiones nos encontramos personas muy
independientes y luchadoras que persisten en sus deseos de salir
adelante con sus recursos, y que a
pesar del progresivo deterioro de su salud
viven el pedir ayuda
como un fracaso. Pero también aparece el caso contrario: las
personas más acostumbradas a reclamar ayuda de su entorno tienden a
subestimar sus capacidades, y pareciera que demandan una solución
ajena a sí mismos que desde el ámbito sanitario no se puede
aportar.
Por ello, una única consulta con el tiempo
suficiente para evaluar adecuadamente la situación global puede
bastar para zanjar las dudas y tranquilizar al paciente acerca de lo
apropiado de sus sensaciones, prescribir el tratamiento más adecuado
si se requiere, y siempre orientar acerca del enfoque más adecuado
del problema.
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