lunes, 22 de julio de 2019

"No es nada personal". De conflictos en el trabajo y otros Juegos de Rol.

En las consultas de salud mental son habituales las historias de conflictos.

Aunque algunas personas se refieran a ellos como “cosas de patio de colegio” lo cierto es que a veces pueden acarrear un gran sufrimiento. Hay quien llega a venirse abajo con el tiempo, como si de alguna manera el conflicto estuviera poniendo en cuestión o hiriendo algo muy profundo de uno mismo.

Nosotros pensamos que los conflictos no suelen ser tanto una cuestión personal como una de las consecuencias del reparto de papeles que puede darse en el seno de los grupos que habitamos. Pero para poder defender esto tendremos que hacer un recorrido por el mundo de los juegos.

1. “No se vale”

Los niños disfrutan, entre otros, de los juegos de imitar. Encuentran gran deleite en simular escenas de la vida adulta: juegan a polícias y ladrones, a papás y mamás, a los médicos...

Ilustr. Calvin & Hobbes. Bill Waterson.
Para ello requieren solamente tres cosas: lenguaje simbólico, unas reglas del juego consensuadas y un reparto de roles. A partir de ahí los niños pueden dejar volar la imaginación.

Si alguien se salta las normas casi seguro provocará un gran enfado en el resto de participantes. Los niños se toman muy en serio los juegos, porque saben que están jugando. A través del juego están poniendo todas sus energías en aprender a convivir.

Por otro lado aprenden algo importante: en la vida adulta existen roles que ocupar. Los identifican y los encarnan: tratan de comportarse como se esperaría de ellos si fueran lo que fingen ser.


2. Dragones y Mazmorras

Ilustr. Darkest Dungeon.
En los años 70 nació un tipo de juego de mesa que acabaría teniendo un enorme éxito. Consistía en juntar a varias personas dispuestas a representar aventuras ambientadas en un mundo de fantasía, normalmente medieval. Hablamos de los llamados juegos de rol, jugados principalmente por adolescentes y adultos jóvenes.

En un juego de rol cada jugador crea y representa un personaje. El grupo de aventureros debe afrontar situaciones que solamente podrán ser abordadas con éxito trabajando en equipo. Cada jugador deberá aportar sus mejores habilidades en función de la situación para lograr esta tarea.

En estos juegos vemos que existen una serie de arquetipos que ayudan a meterse en el papel. Normalmente la raza y el oficio constituyen los cimientos a partir de los cuales cada jugador va creando su personaje, incorporándole matices propios a medida que se improvisa.

Ficha de personaje de un Juego de rol, donde
se recogen todas las características individuales. 
Este tipo de juegos nos sirve para poner de manifiesto que los roles dependen por un lado de la cultura de cada sociedad (tal y como se ironiza en este video); al mismo tiempo los roles se reparten en función de cómo el grupo de aventureros se relaciona con su objetivo a lo largo del tiempo (función horizontal) y qué función desempeña cada jugador condicionado por su propia biografía (función vertical).

En un grupo de aventureros no conviene que todos sean guerreros acostumbrados a repartir mamporros. Siempre será bueno contar con un ser más frágil, como un mediano, si puede aportar más tarde sus habilidades de ladrón. O una hechicera si, a pesar de la necesidad de protegerla continuamente de los disparos enemigos, puede iluminar al grupo con su sabiduría o algún conjuro.

Los roles son co-construidos en el seno del sistema, y de la misma forma en que se generan dentro del grupo se refuerzan también y mantienen en el tiempo en la medida en que cumplen una función para el conjunto.


3. Repartiendo papeles

Un rol, tanto en el juego como en el resto de la vida, es un conjunto de expectativas en torno a la conducta que una persona debería presentar en un contexto social. Sería algo así como un guión predefinido que nos sirve de guía en la vida en comunidad, ejerciendo de bisagra entre el mundo interno individual (ámbito psicológico) y el mundo externo con el que nos relacionamos (ámbito social).

Nuestras primeras experiencias en cuanto a los roles tienen lugar dentro de nuestra familia de origen. En ella primero se dibujan los roles fundamentales (función paterna, función materna) y más tarde van emergiendo otros que diferencian entre los hermanos (la responsable, el pasota, el incomprendido...) así como otros miembros de la familia extensa. No es raro que existan “sambenitos” y etiquetas más o menos conocidos por todos, de los que resulta complicado desprenderse incluso alcanzada por los hijos la edad adulta.

Decía Mark Twain que la historia no se repite, pero rima. Y esto tiene que ver con el riesgo real de que nos “encasillemos” en determinados roles. En ocasiones vamos transitando por diferentes grupos a lo largo de nuestra vida y, un día, caemos en la cuenta de que hemos acabado representando más o menos el mismo rol de siempre, o viviendo situaciones parecidas. Muchas personas que buscan ayuda profesional toman conciencia de esto gracias a un mirada neutral, externa.

Encarnar un rol no es algo unilateral, sino que se trata de un proceso bidireccional. Aunque los demás quieran adjudicarnos un papel, uno tiene que estar en condiciones de poder representarlo, tiene que valer.

Esto lleva a que los roles emerjan como resultado de un interjuego complejo donde el grupo constituye al sujeto al mismo tiempo que éste provee al grupo de algunos de los materiales con los que investirlo.


4. No es nada personal

Llegamos por tanto al mundo de los conflictos -principalmente- en el trabajo. Como sucede con la familia uno se incorpora al trabajo para pasar a convivir con un grupo preexistente organizado en torno a una serie de normas y valores. Como pasaba en el juego de rol, el grupo o equipo de trabajo tiene una tarea común, donde cada uno aporta lo suyo para producir bienes o servicios.

Todo grupo organizado ante una tarea, afirmaba Pichon-Riviere, va a participar del mencionado proceso de adjudicación y asunción de roles, el cual dependerá de cómo se sienta el grupo hacia la tarea. Supongamos que trabajamos en una institución sometida a una carga desbordante de trabajo, con indefinición de tareas y poco apoyo por parte de los jefes. Es posible que la angustia o la desmotivación sean comunes en el equipo. Si se convocase una reunión, ante esta situación dada (función horizontal) inevitablemente emergerían roles:

Ilustr. by Joel Robinson

a) Progrupales:
líder pro-tarea y aliados, empeñados en que las cosas mejoren para cumplir con los objetivos que explícitamente comparten como equipo de trabajo.

b) Antigrupales: líder antigrupal (saboteador) y cómplices, reacios al cambio por temor a lo nuevo o preferencia por lo malo conocido.

c) Portavoz: aquella persona en condiciones de hacer explícito lo que estaba presente de forma callada o latente.

d) Chivo expiatorio: persona en condiciones de ser victimizada asumiendo de alguna manera que se depositen sobre ella los elementos intolerables presentes en el propio equipo de trabajo.

Esta lista no es exhaustiva, y cada uno puede aportar su propio matiz (el mártir, el rebelde sin causa, el jefe consentidor...). Lo que es necesario entender que los roles funcionan como sillas listas para ser ocupadas o trajes de una representación teatral. Cualquier persona puede ocupar dicho rol siempre y cuando su historia biográfica le permita sentirse cómodo en esos ropajes (tal vez la frustración ante unos padres ausentes llevó a dolerse especialmente ante los fracasos de la autoridad, tendiendo a señalar sus fallos). El portavoz con frecuencia será perseguido por romper desvelamiento de secretos, lo cual le habría ocurrido a cualquiera que hubiera representado ese mismo rol.


5. Homo ludens

Como afirma Mara Selvini, tanto las familias como las instituciones se organizan en torno a reglas. Ella diferenciaba entre reglas explícitas (oficiales), implícitas (conocidas, pero no escritas) y secretas. Estas reglas del juego se irían armando con el tiempo por medio del ensayo y el error. Las personas, animales muy sensibles a las contingencias, adaptamos nuestra conducta de forma intuitiva a este conjunto de reglas, a menudo sin saber qué las motiva. Nos guste o no habitamos estructuras de incentivos, que nos moldean en función de su intensidad y el tiempo que pasamos inmersos en ellas.

Gran parte del éxito o el fracaso en el ámbito laboral reside en nuestra capacidad para manejarnos en los abismos que pueden abrirse entre lo que se dice y lo que se hace, entre las normas explícitas y ese mundo de expectativas implícitas del que tan a menudo no se habla. Es innegable que en ocasiones existirán conflictos con un fuerte componente personal, pero suelen ser los menos frecuentes y suelen tener un origen claramente reconocible por sus protagonistas. Lo más habitual es que cuando el sufrimiento nos confunda sea porque hemos pasado a ocupar sin darnos cuenta uno de los roles disponibles en el grupo en un momento dado. Podríamos decir que un rol lo ocupamos por azar, pero nos atrapa por nuestra historia personal (verticalidad).

Decíamos al inicio que la seriedad de los niños se debe a que sabe que están jugando. Las personas adultas no estamos muy bien equipados para verlo, pero en muchas ocasiones participamos de juegos sin percatarnos. Cuando eso suceda será fundamental ampliar la mirada hacia el funcionamiento amplio, seguir las relaciones hasta vislumbrar su dimensión institucional. Solo de esta forma, saliendo de lo limitado de nuestra perspectiva personal, estaremos en condiciones de identificar la función que tienen determinadas conductas y normas no explícitas en el conjunto de un sistema. Descubriremos que con frecuencia habitamos ingenuamente enredados en tramas de motivos que se nos escapan.


Ilustr. The Wire. HBO.

Por eso, toda persona que se sienta atrapada en un conflicto hará bien en preguntarse:
  • ¿Me he visto representando antes este papel con mi familia u otros grupos?
  • ¿Qué papel estoy jugando en este grupo en relación con la tarea que tenemos entre manos?
  • ¿Esto que está ocurriendo beneficia de alguna manera a la institución?
Con una mirada externa, a poder ser grupal, resultará tal vez menos arduo comprender aquello no por repetido en el cine menos cierto: “no es nada personal”.

Referencias: 

  • Adamson y Sapia. Psicología social para principiantes. 2013
  • Mara Selvini. Dentro de la organización. Estrategia y táctica. 1997
  • Roger Caillois. Los juegos y los hombres. 1958

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